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Rincón carmelita

2 febrero, 2020 / Carmelitas
La Presentación del Señor. Vida consagrada en clave carmelita.

¡Feliz fiesta de la Presentación del Señor!

Sin duda, entre los misterios del Señor, éste es uno de los aparentemente “infantiles” y que acaba sorprendiendo por la virtualidad y amplitud de la gracia que entraña. Un rayo, uno solo, de todo el haz luminoso que desprende, es la ocasión de celebración de la Vida Consagrada: de aquellos que como Simeón y Ana esperan el consuelo de Israel y buscan darlo a conocer a su alrededor.

Y eso, ¿cómo lo vivimos en clave carmelita?  ¿Cómo renovar el empeño del seguimiento radical del Señor? Dejamos aquí una auténtica perla del Beato Tito Brandsma, mártir del nazismo (Campo de Dachau, 26-7-1942). Va precisamente en la línea mariana de la reflexión propuesta para este año sobre el sentido de la consagración:

Es característica de la vocación carmelitana —y en el sentido más amplio de la vocación cristiana— ser otros «padres» de Dios. […]

«Hermanos de la Virgen María del Carmelo.» […] Aun siendo sublime, María es la que es: deudora, como nosotros, de la gracia y de la bondad divina. Es evidente que a ella la gracia le estuvo reservada por especial disposición de Dios; pero ella le correspondió sin reserva alguna. Por su parte, se dejó dominar totalmente. María abrió a Dios su corazón. Admiró el don total y se entregó totalmente a él.

Debemos ser unos con Cristo. Tenemos que acoger a Cristo en nuestros corazones, que a menudo, con demasiada frecuencia, se abren con dificultad a su visita. María, al contrario, se entregó completamente a Dios desde sus primeros años. Desde la subida al templo, toda su vida no fue otra cosa que un continuo servicio, una oferta constante a él, y, por eso, su corazón siempre permaneció abierto a él.

De María tenemos que aprender a alejar del corazón cuanto no pertenece a Dios y cómo abrirlo, para que sea llenado de su gracia. Entonces Jesús entrará en nuestro interior, crecerá en nosotros, nacerá de nuevo de nosotros, se hará visible en nuestras acciones y vivirá en nuestra vida. Estamos demasiado poco llenos de Dios: demasiado poco vivimos nuestra vida. Con María, llenos como ella de la gracia de Dios, debemos vivir la vida de Dios y buscar nuestra gloria y nuestra salvación en la unión con él, Niño…

Pensemos, sobre todo, en María. Es nuestra vocación. Como ella, también nosotros debemos llegar a ser theotókoi [= Madre de Dios] portadores y heraldos de Dios. He aquí el fin de nuestra devoción a María: tenemos que ser otra Madre de Dios, Dios ha de ser concebido también en nosotros, dado a luz también por nosotros. El misterio de la encarnación nos ha hecho ver la extraordinaria importancia del hombre para Dios, cómo Dios quiere unirse íntimamente al hombre.

No debemos pensar en la imitación sin pensar la unión, ni en la unión sin hacerlo en la imitación. Las dos fluyen una de la otra, pero unas veces prevalece una, otras, y subrayada, la otra. Más bien debemos ver fusionadas dos orientaciones juntas en un todo armónico. Si queremos conformarnos a María para gozar plenamente del trato con Dios, según su ejemplo, naturalmente se necesita ser otras Marías. Debemos dejar que María viva en nosotros. María no debe estar fuera del carmelita, sino que es preciso que éste viva una vida similar a la de María, que viva con, en, mediante y por María.

Cf. Beato Tito Brandsma, María y el carmelita, en AA.VV. La fértil montaña. Meditaciones diarias con los santos del Carmelo. EDE, 2002, pp. 382-383

 

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