Manuel y Pilar, laicos carmelitas de Jerez nos brindan esta maravillosa experiencia de lo que significa estar revestidos de Cristo, bajo el manto de María. Encordados a María: Virgen del Santo Escapulario.
El plus para afrontar cualquier situación en nuestra vida lo pone María.
El Escapulario es un sacramental que nos recuerda el vestido del bautismo. Una de las primeras cosas que enseñan las madres a sus hijos desde muy niños es a “vestirse”. María nos enseña a esto: a ir limpios, guapos, vestidos. De hecho, en el pueblo de Israel, la primera obra de misericordia es “vestir al desnudo”, pues es lo que hizo Dios la primera noche que les tocó a Adán y Eva dormir fuera del Edén. Los místicos judíos apuntaron, de hecho, que Dios les hizo una “vestido de luz” para que no anduvieran en la oscuridad de las tinieblas. Nosotros, que estábamos desnudos en el paraíso, fuimos revestidos de Cristo. ¿Y quién nos enseña a revestirnos de Cristo? La Madre. La nueva Eva, María. A ello hacen alusión dos famosas cartas. El Papa Pío XII (†1958), el día 11 de febrero de 1950, dirigía a toda la Orden del Carmen (PP. Kilian Lynch y Silverio de Sta. Teresa) la famosa Carta Magna del Santo Escapulario del Carmen, titulada Nadie ignora (Neminem profecto latet…). Después de cincuenta años de la carta de Pío XII, en el 750º aniversario de la promesa del santo Escapulario, el papa san Juan Pablo II, el 25 de marzo de 2001, escribía también una hermosa carta, dirigida a los dos PP. Generales del Carmelo, PP. Joseph Chalmers, O.Carm. y Camilo Maccise, OCD.
El santo Escapulario es un vestido de luz, un vestido de bodas, hecho de lino. Dice el Apocalipsis que el lino representa las buenas obras de los santos. El lino es un tejido que se extrae de un vegetal. Y para preparar el lino hay que golpearlo, machacarlo con insistencia, una y otra vez, hasta suavizarlo y extraer sus hebras. El cristiano no nace cristiano, se hace cristiano con mil golpes y en mil batallas hasta ser suavizado y blanqueado. Venimos de la gran tribulación, con un vestido blanco de bodas, que es, al mismo tiempo, armadura espiritual. El Escapulario es un mini-hábito. Pero, en realidad, es más un vestido interior que exterior. Lo exterior es reflejo de una Luz interior. El epitafio hermosísimo de un rabino hebreo nos ayuda a entenderlo: “Por cada obra buena que el hombre hace en la tierra, un hilo de luz nace en el cielo. Muchas obras buenas hechas en la tierra, hacen que nazcan muchos hilos de luz en el cielo. ¿Para qué? Para tejer un vestido. Un vestido de luz que dé gloria al Dueño de las obras”. Este es nuestro Escapulario.
Durante nuestra vida, de forma misteriosa, se nos está haciendo un vestido de gracia interior. Este vestido está hecho de muchos hilos de luz que son la misericordia, la mansedumbre, la paz, la justicia, el perdón, la alegría, etc. La vida del carmelita, en clave bautismal, es un vestido que se está cosiendo en el cielo y con el que revestirnos cuando nos presentemos delante de Dios. Un vestido de luz, que sea -ya aquí-, en esta generación, un destello del Cielo. La vida en el Carmelo, y de aquel que quiera participar de nuestro espíritu, es un vestido de Resurrección, donde resplandezcan, y el mundo vea, las huellas de Jesús en nosotros. La que mejor conoce el patrón de este vestido es María, la Virgen del Carmen. Ella en la encargada de ir confeccionando este manto de gracia en el que acoge y protege a sus hijos. Tomar el hábito significa el ofrecimiento total que le hacemos de nuestra vida entera a Jesús, de manos de María.
Revestidos de María, os va a cambiar la vida.