Entre finales del siglo XII y principios del XIII, un grupo de peregrinos latinos se estableció en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, con el propósito de vivir en obsequio de Jesucristo. Según la mentalidad de la época, eso significaba aceptar el señorío de Cristo en su propia existencia, ponerse a su servicio en una escucha obediente de la Palabra. Pronto estos eremitas sintieron la necesidad de tener una organización más sólida. A tal fin, entre 1206 y 1214, pidieron y obtuvieron del patriarca de Jerusalén, Alberto de Vercelli, una “norma de vida” según su propósito. Los eremitas del Carmelo dedicaron su primer oratorio a la Virgen María, que, por el misterio de su maternidad divina y por las reminiscencias marianas que la misma cadena montañosa del Carmelo evocaba, fruto de las referencias bíblicas y de las tradiciones locales, se presentaba ante sus ojos como la Señora del lugar.
(Ver artículo completo publicado en Boletín Informativo de la Provincia carmelita de Aragón, Castilla y Valencia, nº 38, pinchando en el enlace) 11_Maria_Boletin_nº_38_abril-junio 2021
