San José, patrono de la Iglesia y del Carmelo, no deja de inspirar en la oración, en el canto.
Cuando nos asedian los tambores de guerra, el grupo Jésed vuelve a llamar la atención sobre el misterio y la historia de la salvación con una bella canción que recomendamos, tanto por su sencilla y ungida melodía como por la calidad de la letra, basada en la carta apostólica del Papa Francisco sobre san José, Patris corde.
San José, ruega por tantos niños que no pueden descansar en Ucrania, por tantos padres que han sido asesinados, arrancados de sus familias, por tantas víctimas inocentes de la locura mortal de un puñado de descerebrados inhumanos.
Te levanto en mis brazos
y te siento tan pequeño,
con tu risa olvido todo mi pesar.
Pues, tu madre se ha dormido,
la ha vencido su cansancio,
contemplándola no dejo de pensar:
que se mira pura y bella
bajo la luz de la estrella,
que le anuncia a todo el mundo que aquí estás.
¡Y me siento tan indigno!
Mas te muestro con cariño
ese amor que el Padre, Dios, te quiere dar.
Por eso, duerme,
duerme, hijo mío,
yo protegeré tu majestad.
Duerme,
duerme, hijo mío,
quédate en mis brazos.
Esta noche puedes descansar.
Te me pierdes en templo,
y un temor en mi yo siento.
Pero al verte predicar se vuelve paz.
Tú naciste para esto,
y tu voluntad has puesto:
En las cosas de tu padre trabajar.
Y aunque duele escucharte,
y sentir que no eres mío,
me consuela ver contenta a tu mamá.
Y me abrazas con ternura,
y contemplo tu hermosura,
y en mis brazos te levanto una vez más.
Por eso, duerme,
duerme, hijo mío,
tu misión aun puede esperar.
Duerme,
Duerme, hijo mío,
quédate en mis brazos,
esta noche puedes descansar.
Ahora, yo desaparezco,
siento que me desfallezco,
veo lágrimas en ti, y en tu mamá.
Me sostienes firmemente,
y me besas en la frente,
y aunque débilmente,
tu voz puedo escuchar:
“Padre mío, ve descansa,
que tu corazón remansa,
has cumplido, de tu Dios, la voluntad.
Nos cuidaste con tu vida,
tu misión está cumplida.
Ahora, goza de la patria celestial”.
Ahora, duermo,
duermo, hijo mío,
duermo en tu gloriosa majestad.
Ahora, duermo,
duermo, hijo mío,
me quedo en tus brazos.
Ahora en ti yo puedo descansar.