El carmelita Miguel de S. Agustín (1621-1684), siguiendo a J. Hildesheim, acuñó la célebre expresión “El Carmelo tiene como misión específica dentro de la Iglesia prolongar el amor de Jesús a su Madre”. Todo gesto de amor genuino, incluso el más pequeño, contiene en sí un destello del misterio infinito de Dios: la mirada de atención al hermano, estar cerca de él, compartir su necesidad, curar sus heridas, responsabilizarse de su futuro, todo, hasta en los más mínimos detalles, se hace “teologal” cuando está animado por el Espíritu de Cristo (Benedicto XVI, 31-05-2007).
A la Virgen del Carmen, le pedimos un año más que, al igual que Ella, reflejemos la bondad de Dios en medio de nuestro mundo.
María, enséñanos. Carmelitas OCD, Lima (Perú).