En la Jornada Pro Orantibus, con ocasión de la Solemnidad de la Stma. Trinidad, saludamos con agradecimiento por su labor silenciosa y escondida a las Federaciones de Monjas carmelitas de la Provincia de ACV. Edith Stein afirmaba: “El hombre está llamado a vivir en su interior. Y a medida que el alma se acerca a su fondo más íntimo, es Dios quien obra todo en ella”. Ser contemplativos no depende de los ojos, sino del corazón.
El Prior Provincial, con motivo de esta Jornada que lleva por título “Generar esperanza”, ha enviado esta comunicación a todos los monasterios carmelitas de la Provincia:
M.R.MM. Federales, Ma Sagrario Lorite, O.Carm. y Ma Consuelo Rivera, O.Carm.
Queridas hermanas de la Federación Mater Unitatis y de la Federación Ntra. Sra. del Carmen de América: ¡Feliz Solemnidad de la Santísima Trinidad! A esta Solemnidad se vincula, el domingo 4 de junio, la celebración de la Jornada Pro Orantibus, que este año se presenta con el lema “Generar esperanza”.
Vosotras, queridas hermanas, estáis llamadas a ser testigos de esta esperanza que engendra vidas esperanzadas. Cuando los niños no alegran los hogares porque, tanto los unos como los otros faltan, la esperanza que ilumina la vida y la embellece se ve apagada por un creciente egoísmo. Este vicio pretende renovar lo que, por su propia tendencia a poseer y a no compartir, inutiliza, malgasta y envejece, ya que todo lo que no le satisface o molesta o no puede conseguir intentará eliminarlo. En este panorama, la falta de esperanza levanta ensoberbecida su bandera en los corazones que, cegados por dicho vicio, sellan su sinsentido provocando muertes por doquier: abortos, suicidios, abandonos de las personas dependientes, eliminación de “los que estorban” por enfermedad o vejez o discapacidad, debilitamiento de las voluntades para perseverar en el bien o para formar auténticas familias…
Los hogares, los niños, el cariño familiar, el cuidado de unos a otros y entre unos y otros, son signos de esperanza porque muestran que las personas que así obran están abiertas a algo más que al dinero y a las cosas del mundo. Son personas cuyos corazones reclaman, en su existencia cotidiana, la ayuda providencial del Cielo para poder afrontar los problemas diarios, apoyándose en la segura esperanza de que Dios es fiel y jamás abandona ni defrauda a quien a Él se confía. Pero ¿quién será testigo hoy de esta esperanza que, viniendo de Dios, nos encamina hacia Él y genera deseo de vivir verdaderamente la vida como un don divino?
Aunque el lema: “generar esperanza”, tiene una gran amplitud de aplicaciones e interpretaciones, al dirigirme a vosotras — ganadas por el amor de Cristo en el Carmelo —, quisiera subrayar que vuestra esperanza está marcada por vuestro obsequio a Jesucristo, el Amado a quien entregasteis la vida en espera de su venida y de un pronto y definitivo encuentro con Él.
Sepa el mundo, por tanto, que vuestro corazón está en el Cielo al mismo tiempo que os entregáis por la salvación de todos los hombres en todo cuanto hacéis en la tierra. Cada gesto, cada canto, cada dolor, cada gozo, lo ofrecéis para colmar el vacío de Dios en quien aún no lo conoce, para llenar de sentido al que por los avatares de su existencia lo perdió, para llenar de alegría esperanzada a quien agonizando está a punto de pasar a la presencia de Aquel a quien vosotras tanto deseáis contemplar.
Qué agrandada y llena de Dios tiene que estar el alma que desde un monasterio genera esperanza en una sociedad que languidece por falta de ella, por tener su “corazón” rebosando de todo menos de Dios. Dios es el único dador de la verdadera esperanza y sin Él no debe extrañarnos que nada, absolutamente nada, quede en el horizonte del hombre a excepción de lo que ya, en su propio ser gusta, esto es: la muerte.
Por eso, gritad hermanas con vuestra vida que anheláis los bienes de arriba y que para vosotras el morir es con mucho lo mejor (Cf. Flp 1,19-21; Col 3,1-4), porque la misma ausencia del Amado es el eco de su Espíritu que recuerda dentro de vosotras vosotras su misma presencia, la única que puede colmar de sentido cada circunstancia y momento de cualquier vida que lo acoja. Quede pues expresada para todos, en estos pobres versos, vuestra fecunda esperanza, personal y fraternamente vivida:
Si en esta prisión me encuentras
y herido vieras mi corazón,
sepas que así lo dejó la ausencia del Amado,
que a mis ojos se ocultó;
mas si alegre vieras mi rostro
aunque bien conozcas mi dolor,
sepas que es Él quien así lo transforma
con su cercano e íntimo candor.
Queridas hermanas, en vosotras se hace realidad la esperanza que brota de la fe y del enamoramiento de Cristo. Vuestra oración y celebraciones litúrgicas, vuestra vida comunitaria junto con el mutuo y constante perdón, vuestra acogida y amor generoso hacia quien a vuestra puerta llama, y vuestro trabajo y descanso, dan testimonio de vuestra esperanza de que el Señor puede llegar hoy, y mostráis al mismo tiempo que es su misma “oculta presencia” la que os colma de gozo y júbilo porque os hace sentir que ya estáis “salvadas en esperanza” (Rm 8,24).
Habiendo comenzado hace poco este servicio fraterno de Prior Provincial, me alegro enormemente de poder enviaros esta carta para deciros que también sois para mí cada día un motivo de esperanza, de la esperanza que se asienta en el Cielo, en Cristo-Jesús. Felicidades por vuestra vocación y gracias por sostenernos a todos con vuestra entrega y oración. El tesoro indecible e inagotable del amor de Dios ya os espera en el Cielo.
Orad por mí para que haga siempre la voluntad del Señor y hacia ella conduzca, con sabiduría, esperanza y amor, a todos los hermanos. Contad también con mi oración por vosotras.
Fraternalmente en Cristo:
P. Salvador Villota Herrero, O.Carm.
Prior Provincial
Provincia carmelita de ACV