Todo comenzó el día 8 de septiembre, día de la festividad de la Natividad de la Virgen María. Ese día empezaba para nosotros (los novicios) una gran aventura, un gran camino hacia el Carmelo, o como podríamos interpretar de forma muy libre lo que San Juan de la Cruz llamaría para describir otro proceso “la subida al monte Carmelo”.
En este día comenzaba nuestro retiro de 5 días para iniciar el noviciado, y qué mejor sitio que una tierra bendecida por un gran místico y doctor de la Iglesia como lo es San Juan de la Cruz. Un convento (perteneciente a nuestros hermanos, los carmelitas descalzos) muy especial para mi, ya que es donde reposa la mayor parte de su cuerpo, además de que dicho convento lo comenzó él a construirlo, y donde se hallan varios sitios donde la tradición dice que estuvo, como la cueva donde se sentaba a rezar mirando el magnífico paisaje segoviano y una capilla donde llevaba a sus discípulos para instruirlos.
Pero volviendo al tema que acontece, ese día llegamos por la tarde al convento de San Juan de la Cruz en Segovia, y nos recibieron con mucho cariño y fraternidad nuestros hermanos descalzos; desde el primer momento nuestro Maestro, nos decía que eran días para interiorizar y meditar sobre nuestra transformación en Cristo. El primer día dimos una vuelta por los alrededores del convento para conocerlo, y ya al día siguiente empezaría el retiro.
El tema principal de la meditación fue la “Historia de José” y sobre la simbología de la “túnica” haciendo referencia de lo significativo que era vestir nuestro hábito de carmelitas. Así como a José en su historia fue cambiando de túnica, eso nos hacía ver que la vida que quiere ser transformada en Cristo, debe ser modificada hacia una madurez profunda, queriendo eliminar así al hombre viejo que cada uno de nosotros llevamos dentro.
Fueron pasando los días y poco a poco el retiro llegaba a su ocaso, el día 12 de septiembre, día dedicado al Dulce Nombre de María, Tonino, del Comisariado de la Bruna, cumplía 33 años. Lo que parecía ser un día “normal” de retiro, fue totalmente sorprendente, por el simple hecho de que ese día fue para mi, de una forma u otra muy fraterno, ese día comimos en el refectorio grande todos los carmelitas del convento, los descalzos y nosotros, pudimos tener conversaciones de sobremesa muy buenas y bonitas sobre nuestro carisma y momentos de risa también. Al terminar la comida, nos hicimos todos los religiosos una foto junto a la imagen de San Juan de la Cruz que hay en el claustro, en la foto estamos los novicios de este año junto a los frailes descalzos que van a realizar dentro de poco su profesión solemne.
El día 13 de septiembre, al ser el ultimo día en Segovia, fue algo distinto. En vez de tener la charla matinal sobre la “Historia de José” tuvimos una celebración penitencial, llamándonos así a borrar de nuestra vida a aquel hombre viejo que tanto nos perjudicaba en nuestra vida. Fue una celebración muy bonita que culminó con la Santa Misa, en la que cada uno y de forma libre, compartía como le había ido el retiro.
Llegamos el día 13 por la noche a nuestro convento de Salamanca, cenamos con nuestros hermanos de comunidad. Fue una noche distinta para nosotros, ya que era la noche anterior al gran día, al gran comienzo de la aventura, yo diría que en Segovia nos preparamos para correr esta gran carrera que no es otra cosa sino llegar a la transformación y maduración en Cristo, que es nuestra meta, fue una noche larga en la que pasamos un gran rato en la lavandería dando el “ultimátum” a los hábitos y camisas blancas.
Juan Garrido
