-----34

Luz en mi Camino

12 agosto, 2024 / Carmelitas
20º Domingo Tiempo Ordinario (B)

Pr 9,1-6

Sal 33(34),2-3.10-11.12-13.14-15

Ef 5,15-20

Jn 6,51-59

     En el discurso elaborado por Juan para transmitir la enseñanza de Jesús sobre “el pan de vida”, el evangelista ha utilizado temas e ideas de la literatura sapiencial presente en el Antiguo Testamento, entre ellos se encuentra el simbolismo del banquete que prepara la hospitalaria Sabiduría personificada en Proverbios 9. La comida es símbolo de acogida, de comunión e intimidad, y la invitación es dirigida a toda la humanidad desde lo alto de las colinas de la ciudad (Sb 9,3). Dos elementos presentes en este fragmento lo vinculan de un modo más evidente con el discurso de Jesús, estos son el pan y el vino, que aquí son utilizados como imágenes de la enseñanza de la Sabiduría: «Los inexpertos, que vengan aquí, voy a hablar a los faltos de juicio: Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia» (Sb 9,5-6).

     La Sabiduría prepara un banquete para el que es inexperto y carece de juicio. El pan y el vino de la Sabiduría dan inteligencia porque enseñan el camino de la unión con Dios que es la fuente de la vida. Esta Sabiduría no es acogida por los orgullosos que se creen sabios e inteligentes y no quieren depender de la gracia de Dios que, en Cristo, sabemos que pasa por aceptar su modo de vivir y de morir, su Cruz gloriosa, la cual es necedad para los inteligentes pero sabiduría de Dios para aquellos que creen en Él (Cf. Mt 11,25; 1Cor 1,22-25).

     También Jesús, el Verbo-Sabiduría de Dios encarnado, prepara su mesa e invita a toda la humanidad a participar en ella. La parte final del discurso expone una liturgia eucarística, una meditación sobre la fracción del pan (Cf. He 2,42). La declaración de Jesús: «Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida» (Jn 6,55) es el centro literario y teológico de estos versículos, e indica la absoluta necesidad que tiene todo hombre de comer el cuerpo y de beber la sangre de Cristo para “tener vida eterna y ser resucitado el último día” (Jn 6,54). No se trata de un pan o de una bebida material que tan sólo puede mantener la vida física por un tiempo, sino de un pan y de una bebida que da la vida eterna.

     Todos queremos vivir para siempre y ser felices en el amor, pero nadie ni nada puede salvar al ser humano del mal y del pecado que le separa de Dios y del prójimo, y de la muerte, excepto Cristo, el único Salvador y Mediador entre Dios y los hombres. Por eso el ser humano tiene una necesidad absoluta de Jesús, porque sólo comiendo su carne y bebiendo su sangre recibe la vida divina y entra en comunión con Dios-Padre: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él» (Jn 6,56). No hay en esto nada de magia, sino una comunicación de vida por parte de Jesús que reclama, en la fe que recibe su carne y su sangre, una respuesta personal del discípulo y un diálogo de íntima entrega al Señor que se le da en el amor (Cf. Jn 13,1).

     Ahora bien, “comer la carne y beber la sangre” es una expresión que provoca en los interlocutores judíos estupefacción y escándalo, por lo que discutir entre ellos preguntándose «¿cómo puede éste darnos a comer su carne?» (Jn 6,52). Además, Jesús no usa sólo el verbo “comer” (esthíō; Jn 6,51.52.53) sino que insiste en ello usando también el verbo “tragar, masticar” (trōgō; Jn 6,54.56.57.58). La tradición bíblica prohibía incluso tocar la sangre, por lo que este lenguaje parecía invitar al canibalismo y a la impureza e idolatría.

     A lo largo de su enseñanza, Jesús ha indicado la clave en la que este “comerle y beberle” debe ser entendido. No les ha serenado diciendo que se trata de un sacramento a través del cual su carne y sangre son ingeridas, sino que ha subrayado la necesidad absoluta de comer su carne y de beber su sangre, algo que va más allá de una participación externa e impersonal en el sacramento. La expresión “carne y sangre” es un modo semita que indica el hombre entero, en su realidad visible y concreta, en su debilidad y fragilidad, en su vida y en su muerte. Por otra parte, “comer y beber” son los actos externos que muestran claramente la asimilación, la unión, el contacto íntimo. Por tanto, las palabras de Jesús que invitan a “comer su carne y a beber su sangre” significan la invitación a participar íntimamente de su pasión y muerte, a entrar en comunión con su persona y su vida, con su Encarnación.

     Esto significa que no es necesario que muramos para gustar la vida eterna, pues “el que come la carne y bebe la sangre de Jesús tiene vida eterna” (Jn 6,54). A través del bautismo Dios nos ha acogido como hijos suyos y por medio de la eucaristía nos alimenta con su misma vida de comunión en el amor. Esta vida vence la muerte y todo lo que puede impedir al hombre la comunión con Dios. Es el signo de la nueva Alianza que nos introduce en el conocimiento de Dios y en la intimidad con Él y Él con nosotros. Esta relación profunda con Jesús orienta toda la existencia del creyente. Si Jesús se orienta hacia el Padre, haciendo su voluntad, hablando sus palabras, buscando su gloria, entonces aquel que recibe a Jesús en la eucaristía vivirá orientado hacia Él, obrando su voluntad, encarnando y proclamando sus palabras, buscando su gloria y, por tanto, aquella del Padre.

     Para poder vivir necesitamos comer y beber, y en el proceso de la alimentación lo que se consume termina transformándose en el ser que lo asume y al que da vida. Las plantas asumen la humedad y los nutrientes de los campos que se convierten en vida de las plantas; éstas, comidas por los animales, les dan vida y se transforman en tales animales; las plantas y los animales sirven de alimento para el ser humano al que dan vida y en el que también se transforman. Sin embargo, cuando nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo, el pan eucarístico no se transforma en nosotros sino que sucede el proceso contrario: nosotros somos transformados en Él. San Bernardo decía muy plásticamente que “mientras nosotros comemos a Dios, Dios nos está comiendo a nosotros”.

     La eucaristía nos libera de la soberbia y del egoísmo, porque nos introduce en la obediencia al único Señor que nos ama verdaderamente y nos saca asimismo de nuestra tendencia a vivir para nosotros mismos, algo que mina nuestro ser ya que nos separa del amor en el que hemos sido creados y causa en nosotros el desasosiego, la angustia, la perturbación de la mente y la muerte existencial.

     Pablo desea que los efesios estén llenos no de vino sino del Espíritu (Ef 5,18), del que nosotros podemos abundar por medio de la eucaristía. Y si el Espíritu está en nosotros, entonces también abundamos del amor de Dios y, por tanto, de la vida divina. El Espíritu nos llena de alegría porque da pleno sentido a toda nuestra existencia, que expresará un continuo diálogo de íntimo amor con Dios “recitando salmos, himnos y cánticos inspirados en nuestro corazón agradecido por el amor con el que Dios nos ha amado en Jesucristo” (Cf. Ef 5,19-20). La Eucaristía es la acción de gracias por antonomasia, por medio de la cual damos verdaderamente gracias a Dios en Cristo por todo, pues en todo ha querido dejarse encontrar para vivificarnos con su gracia (Cf. Rm 8,28-30).

     Hoy se nos invita a tomar una mayor conciencia del misterio que celebramos en la celebración eucarística, a comprender que se trata de un encuentro vivo con Cristo, presente en toda la celebración y particularmente en la persona del sacerdote, en la palabra proclamada, en la homilía y en las especies del pan y del vino transformados en su Cuerpo y Sangre. Es este encuentro personal con Él el que se convierte, para el que lo acoge, en un banquete divino en el que “come y bebe” la vida misma de Dios en Cristo-Jesús.

 

Galería de imágenes

Volver
ACCESO PRIVADO
Regístrate para acceder al área privada

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies