El 8 de diciembre, en cuanto fecha anual, sabemos que la Iglesia celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Si bien ocurre que este año que coincide con el que sería el II Domingo del ciclo litúrgico de Adviento, la Conferencia Episcopal española propone que prioricemos el misterio de la Virgen, por más que en la misa se deje algún lugar para evocar la liturgia de Adviento (2ª lectura u otro elemento). Más allá de la concreción que adquiera en cada lugar el desarrollo de la celebración eucarística en cada lugar, ofrecemos a continuación una propuesta de lectio divino alrededor del texto evangélico que la liturgia propone para la Inmaculada.
Lectio divina – La Inmaculada Concepción
La Palabra: Gn 3,9-15.20; Sal 97; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1,26-38
Ambientación: La solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, motivo de esperanza para toda la Iglesia al iniciar el Adviento, nos ayuda a intensificar nuestra preparación para recibir a Aquel que viene a bendecirnos “con toda clase de bienes espirituales y celestiales”. La disponibilidad de María es el camino por el que la salvación de Dios se hace presente.
Oración inicial
Espíritu Santo, Dios,
así como Tú has inundado a María desde su misma Concepción
con tu presencia indefectible, tu sombra protectora,
y tu poder creador hasta llegar a engendrar
al Hijo de Dios hecho hombre en ella,
colma también ahora la obra del Altísimo en nuestra vida.
Impúlsanos para que también nosotros respondamos
como lo hizo la misma Virgen:
“…Sí, hágase…, ¡hágase en mí según tu Palabra!”.
Concédenos abundancia de luz, apertura, amor
y todos los dones que ves que nos hacen falta
para acoger con rico fruto el Evangelio.
Que así como la Concepción Inmaculada de María
llegó a ser medio del nacimiento de Jesús
y de la maternidad de María sobre toda la Iglesia,
su celebración nos haga también a nosotros
-con el auxilio de este rato de oración-,
testigos auténticos de la Buena Nueva. Amén.
LECTIO – ¿Qué dice el texto?
Motivación: María es la mujer disponible que supo escuchar y poner por obra la Palabra; supo conducir su vida según Dios, amando al prójimo. Dejando obrar al Señor, consintió que el Hijo se encarnara en su seno. Movida por el Espíritu, la Madre obedeció al Hijo, y el Hijo al Padre. ¿Para qué? Para salvación de la humanidad. Esa cumbre arrancó gracias a la humildad de su esclava.
Propuestas para ubicarse ante la lectura:
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- Imagino histórica, existencialmente las circunstancias del pueblo elegido, del mundo, en la generación anterior a que la gracia hecha a María llegara a irrumpir en Israel…
- Me pongo en la piel de los que no gozaban de los bienes que se derivan del don que Dios ha querido que mediara en su designio salvífico por su hija predilecta… ¿Qué sentirían, cómo vivirían?
- María es humilde, dócil, obediente ¡ciertamente! Pero, ¿Cuál es el don que Dios quiere hacernos para haber dispuesto la gracia (la “economía”) de la Virgen?
Del Evangelio de san Lucas (Lc 1,26-38):
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: – «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: – «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: – «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: – «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: – «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.”.
MEDITATIO (RUMINATIO) – Leemos y releemos (manducamos / rumiamos) el pasaje como para aprenderlo de corazón. ¿Qué me dice el texto?
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- ¿Acepto que María es “la esclava del Señor (ἡ δούλη Κυρίου)”?
- María es la esclava, y ha sido provista con la correspondiente gracia de parte de Dios para su misión. ¿Descubro en la Virgen, en su gracia, alguna belleza, algún atractivo?
- Si María es la humilde sierva del Señor, Madre del Hijo, discípula del Maestro…, ¿cuál es mi lugar, a qué misión me debo yo?
- ¿Cómo no se habrá ido disponiendo María desde el minuto cero de su existencia para disponerse a acoger la venida del Señor? ¿Cómo me puede inspirar su testimonio?
- Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. ¿Algún aspecto de mi vida, vocación o misión me turba?
ORATIO – Converso con el Señor a partir de su Palabra
Motivación: El Señor ha hecho, de verdad, obras grandes por su pueblo, en María…
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- Agradezcamos su benevolencia y designio maravilloso de salvación para nosotros…
- pidámosle que acreciente nuestra fe… ensanche nuestra capacidad de recibir gracia…
- roguémosle perdón…; adorémosle.
CONTEMPLATIO – ¿Cómo conozco y reconozco al Señor? ¿A qué me mueve el texto?
Motivación: oración, fraternidad y servicio
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- He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Tenemos una vocación fundamental permanente, pero el Señor no cesa de lanzarnos nuevas interpelaciones. ¿A qué me llama en esta ocasión?
- María aceptó su desafío. ¿Ante qué desafíos (personales, familiares, comunitarios, apostólicos, eclesiales, sociales, mundiales…) me encuentro yo?
- No temas… nada hay imposible para Dios. Y yo, ¿temo?, ¿el qué? ¿Le permito al Señor que reine en mis “imposibles”? ¿En algunos tal vez sí, en otro no?
COLLATIO – Un compartir sencillo
Motivación: tras leer, meditar, orar y contemplar, un libre participar de tanto bien recibido por medio de la Palabra
Tras un breve tiempo de oración, si alguno lo desea, puede compartir en voz alta su oración, con su alabanza a Dios, su acción de gracias o una súplica confiada.
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- Para ir acabando escuchamos y/o nos unimos al canto del salmo que se proclamará el domingo de la Inmaculada (Salmo 97): en la Liturgia de las horas, p. 402-403, o bien según el canto destacado en el primer vídeo de esta entrada.
ACTIO – Vivir la Palabra
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- ¿Cómo disponerme de modo “mareiforme” para “ser don del amor que recibo de Dios que se expone sin reservas al prójimo”?
Oración final – Padre nuestro.
Saludo a la Virgen María – Virgen Inmaculada, a ti nos dirigimos: Bendita sea tu pureza...
(Si se desea, puede servir la versión del canto destacado en vídeo en esta entrada; pueden encontrarse siguiendo los enlaces sus correspondientes partitura de canto, con posibilidad de arreglos digitales o acordes para acompañar con guitarra).