Queridos hermanos y hermanas de la Familia Carmelita:
Se acerca la solemnidad de la Virgen del Carmen y -como todos los años- quisiera mandaros mi más cordial felicitación fraterna para nuestra fiesta patronal, en la que recordamos a María bajo la entrañable advocación del Carmelo. Conmemoramos a Nuestra Madre y Hermana, la Domina loci que está en el centro de nuestras vidas y que nos inspira y anima a vivir nuestro carisma carmelita al servicio del Evangelio, del pueblo de Dios y de toda la humanidad.
En este tiempo, la Iglesia se está preparando con una serie de iniciativas diversas para la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tratará sobre el tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” y que se celebrará en Roma, en octubre de este año. Se está intentando, de diversos modos, que la voz de los jóvenes llegue hasta el Sínodo, de modo que no sea solamente una asamblea “sobre” ellos, sino que también su opinión, sus impresiones, sus dudas y sus ilusiones puedan ser escuchadas en la asamblea sinodal.
Asimismo, en enero de 2019 tendrá lugar en Panamá la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que -como en otras ocasiones- congregará a miles de jóvenes de los diversos continentes en un ambiente festivo, orante y celebrativo. Nuestra Orden se hará presente en esta cita eclesial, como viene haciendo desde 2008 en Sídney (Madrid 2011, Rio de Janeiro 2013 y Cracovia 2016), a través de una “jornada carmelita” que celebraremos en colaboración con nuestros hermanos Carmelitas Descalzos. Lógicamente (como ha ocurrido en cada JMJ) la presencia mayoritaria será la de los jóvenes de los países más cercanos y, por ello, nuestros hermanos de El Salvador, conjuntamente con la Provincia de Centroamérica de los Carmelitas Descalzos, son los que están preparando este encuentro en el que -Dios mediante- espero acompañar a los jóvenes carmelitas como lo he venido haciendo en las anteriores JMJ.
Sin duda, ambos eventos nos recuerdan la importancia de los jóvenes para el presente y el futuro de la Iglesia. Por ello, quisiera pediros, en primer lugar, que tengáis muy presente esta intención ante Nuestra Madre del Carmen en las novenas, celebraciones y predicaciones que tendrán lugar en estos días de preparación para su fiesta. María, la joven de Nazaret, supo acoger la misión que Dios le encomendaba con la generosidad y la valentía de la juventud. Nosotros le pedimos ahora por nuestros jóvenes, para que también sepan encontrar la belleza de la fe, la hermosura de la vida cristiana y el reto y la aventura que supone seguir a Jesucristo en un mundo tan cambiante, complejo y fascinante como el nuestro.
En segundo lugar, quisiera mostrar mi más cordial agradecimiento a todos los carmelitas (religiosos, religiosas y laicos) que trabajan no sólo “para”, sino “con” los jóvenes. Es una pastoral que no siempre es fácil; requiere “estar”, “acompañar”, “escuchar” y “compartir”. Resulta comprensible que se prefieran otras pastorales aparentemente más gratificantes, pero, en cualquier caso, ninguna Provincia o entidad de la Orden debería cerrarse a este ministerio, para evitar así lo que podría considerarse un “suicidio pastoral”. Que María Nuestra Madre, la Virgen del Monte Carmelo, símbolo de la belleza, inspire a los carmelitas que acompañan a los jóvenes para que sean capaces de transmitir la riqueza de nuestro carisma y de nuestra espiritualidad y les dé la fidelidad necesaria para seguir caminando con los jóvenes con creatividad y generosidad.
En tercer lugar, quisiera destacar la juventud de nuestro carisma, y no sólo porque valores como la relación personal con Dios, la hondura espiritual, la sensibilidad, la belleza y la poesía, que siempre han acompañado al Carmelo, etc., son valores que pueden entusiasmar a nuestros jóvenes, sino también porque nuestro carisma tiene hoy algo de “contracultural”. En una sociedad que se caracteriza y promueve lo inmediato, lo superficial, el bombardeo de información innecesaria, las relaciones virtuales, lo provisional… una llamada a la vida interior, a la hondura, al encuentro personal con el Señor, al redescubrimiento del tiempo como kairós, a la oración y a la contemplación, puede resultar revolucionario. Propongámoslo a los jóvenes que encontramos en nuestro camino, sin complejos, sin creernos superiores, no como una imposición arrogante ni como un adoctrinamiento, sino como una oferta sencilla y afectuosa.
El tema elegido por el Papa Francisco para el Sínodo incluye también el aspecto vocacional. En muchas partes del mundo, el Carmelo sigue recibiendo numerosas vocaciones a la vida consagrada, pero en otras (por motivos complejos que no podemos analizar aquí) nos movemos en una seria y preocupante crisis vocacional. Con la sabiduría del discernimiento, con la humildad de reconocer posibles errores, pero sin agobios masoquistas, con la responsabilidad de saber que el Señor llama a través de nosotros y teniendo a María como modelo de escucha y de respuesta generosa a la llamada de Dios…, comprometámonos con la pastoral vocacional que pretende ayudar al joven a discernir su vocación (sea cuál sea) y a vivirla con generosidad y con gozo.
Por último, quisiera que estos eventos eclesiales nos ayudaran también a rejuvenecernos. No me refiero a la juventud cosmética, superficial y muchas veces ridícula que el mundo idolatra. Nuestra sociedad desprecia la vejez y, por ello, intentamos disfrazarnos de jóvenes negando nuestra edad y no aceptando la realidad. No me refiero a nada de eso. Hablo de “rejuvenecer” en el sentido de que debemos mirar con esperanza al futuro, no instalarnos en discursos pesimistas y derrotistas, huir de la esclerosis de la rutina y de nuestros prejuicios… Si miramos al futuro con ilusión, con entusiasmo, con confianza en el Señor, por muchos dígitos que aparezcan en nuestro carnet de identidad… ¡nos mantendremos jóvenes!
Quisiera por último compartir con vosotros dos curiosos acontecimientos que, en su sencillez, no dejan de ser significativos y gozosos para toda la familia del Carmelo. En primer lugar, quiero destacar que, en Manila, se ha venido celebrando durante este año el 400º aniversario de la llegada a Filipinas de la primera imagen de la Virgen del Carmen. Se trata de una imagen que llegó desde México (ya que también Filipinas formaba parte entonces del llamado Virreinato de Nueva España) gracias a los Agustinos Recoletos que, a su vez, la habían recibido de las Carmelitas Descalzas de Acapulco. La imagen se instaló en el convento de Bagumbayan y, poco después, pasó a la iglesia de San Sebastián de Quiapo donde ha permanecido hasta ahora y donde ha recibido y recibe el afecto, la devoción y las oraciones de los filipinos, como he tenido ocasión de comprobar personalmente en varias ocasiones.
Con motivo de este cuarto centenario se han organizado una serie de actos en Manila. El 4 de mayo, tras la procesión con la imagen en barca por la bahía, tuvo lugar una solemne eucaristía de acción de gracias en Luneta (en el cetro de Manila). El Cardinal Tagle concedió la indulgencia plenaria a todos los que participaron en estas celebraciones con las debidas disposiciones.
Aunque ya existía un permiso anterior del P. Diego del Castillo (vicario de Andalucía), el 19 agosto de 1691, el Prior General de los Carmelitas, el P. Pablo de San Ignacio, concedió con gozo el permiso para que se erigiera la Cofradía del Santo Escapulario, dada la devoción existente a la Virgen del Carmen.
Ahora, mucho tiempo después, quisiera yo también unirme al gozo de mi predecesor y a la acción de gracias por esta devoción tan arraigada en el pueblo filipino. Por este motivo, he felicitado personalmente al Prior General de los Agustinos Recoletos, P. Miguel Miró Miró, agradeciéndole el servicio pastoral que su Orden ha venido realizando durante cuatro siglos, difundiendo la devoción a la Virgen del Carmen en esa querida nación filipina.
Que la Virgen del Carmen nos conceda a ambas Órdenes renovar el espíritu misionero que guio a aquellos agustinos y que Ella, a la que invocamos como “Estrella del Mar”, nos abra caminos nuevos de misión y de evangelización.
El segundo acontecimiento que quiero destacar es que el próximo día 28 de julio será coronada canónicamente la imagen de la Virgen del Carmen de la localidad de Rute (Córdoba, España), de la que es Patrona. Esta hermosa imagen, de finales del siglo XVII, ha gozado durante siglos de la veneración y la devoción de tantos fieles. La coronación de una imagen de la Virgen no la aleja de nosotros, ni es algo anacrónico que deforma su riqueza evangélica. La coronación de María es un signo de esperanza para toda la humanidad, pues en Ella (la mujer sencilla de Nazaret, hermana nuestra), Dios corona a la humanidad redimida. María se convierte -como proclama el prefacio del día de la Asunción- en “figura y primicia de la Iglesia, garantía de consuelo y esperanza para tu pueblo, todavía peregrino en la tierra”.
Además, como la realeza de María, se ejerce en el servicio a los más débiles, la comisión encargada de esta coronación ha venido desarrollando toda una serie de actividades de tipo caritativo y solidario que nos recuerdan el sentido más hondo de esta coronación.
Que todos nosotros, miembros de la familia carmelita en el mundo entero, sigamos coronando a la Virgen del Carmen en la vida cotidiana, viviendo como Ella en apertura y escucha a la Palabra de Dios y en el servicio a los más necesitados y a los últimos de nuestro tiempo.
Muchas felicidades a todos. Que la fiesta de la Virgen del Carmen sea un verdadero tiempo de gracia, de devoción, de fe y de conversión.
Con afecto fraterno
Fernando Millán Romeral, O.Carm.
Prior General