“Los Santos del Carmelo constituyen una gran multitud de hermanos que consagraron su vida a Dios, siguiendo las enseñanzas de su Hijo e imitando su vida, y se entregaron al servicio de la Virgen María en la oración, en la abnegación evangélica, en el amor a los hermanos, hasta el punto que algunos han entregado su sangre. Eremitas en el Monte Carmelo, mendicantes en la Edad Media, maestros y teólogos, misioneros y mártires, religiosas que enriquecieron al pueblo de Dios con la misteriosa fecundidad de su vida contemplativa, apostólica y docente, laicos que en su vida supieron encarnar el espíritu de la Orden: ésta es la gran familia carmelita”
(Liturgia de las Horas, p. 225).
El ejemplo de estos y de todos los otros miembros de la Orden, que han profesado en el pasado el modo de vivir carmelita, es para nosotros estímulo para vivir nuestra vocación en obsequio de Jesucristo, en familiaridad de vida con María, nuestra Madre y Flor del Carmelo, y a imitación del profeta Elías.
San Tito Brandsma