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Lectio Divina

 

Laetare, Jerusalem (antífona entrada)

 

Décimas de un hijo pródigo

 

Gustad y ved qué bueno es el Señor

 

Salve Mater misericordiae
25 marzo, 2025 / Carmelitas
Lucas 15,1-3.11-32, una propuesta de lectio

La Palabra para el próximo domingo, 4º de Cuaresma (c):

 Jos 5, 9a.10-12: El pueblo de Dios, tras entrar en la tierra prometida, celebra la Pascua.Sal 33,2-3.4-5.6-7: Gustad y ved qué bueno es el Señor. [R/.: 9a]
2Co 5,17-21: Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo.
Lc 15,1-3.11-32: Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.

Ambientación: En cuanto al texto bíblico, al igual que el domingo pasado (Lc 13,1-9), el pasaje evangélico de la lectio de hoy (el del próximo domingo en Misa) es exclusivo de Lucas. Cabe acercarse con mucha delicadeza. Si pedimos algún viandante de este mundo si conoce alguna página del Evangelio, caben no pocos números que nos recuerde la que nos va a ocupar hoy. Aún con ello, no lo demos por sabido. ¡Sería la mejor manera de estropearlo y desaprovecharlo!

Por lo que se refiere a su ubicación en el tiempo litúrgico, otra observación. En el 3er domingo de Adviento, parece que la atmósfera de la vigilante espera se distiende, y la liturgia hace pasar del color morado, a una versión suavizada, en otro color: el rosado. En aquel caso se trata del llamado domingo “Gaudete”, palabra latina con que arranca la antífona de entrada invitando: “Gozad”. Análogamente, en el próximo IV domingo de Cuaresma. El rosa –muy lejos de la cursilería de la que le acusa la ignorancia de la simbología litúrgica– propone simplemente la resultante de la mezcla del violeta penitencial con el blanco de gloria para celebrar el llamado domingoLÆTARE, Jerusalem, cuya antífona de entrada en la Eucaristía da comienzo así: “Alégrate, Jerusalén”. (La experiencia ciertamente dirá que, “para gustos, los colores”. En la liturgia, en cambio, no se trata de gustos subjetivos, sino de criterios objetivados con claridad y adecuación).

Entonces, acucia la siguiente pregunta: ¿por qué esta antífona en el IV domingo de Cuaresma? En rigor, es el jueves anterior al domingo Lætare el día que marca el ecuador de la Cuaresma. Hubo un tiempo en que se observaba ese día como tal, pero luego los signos especiales de alegría y alivio con que había sido señalado se transfirieron al domingo siguiente (o sea el IV de Cuaresma), destinados a alentar a los fieles en su curso a través de la temporada de penitencia (cf. Alston, G. C. “Laetare Sunday”, en: The catholic encyclopedia). ¿Y de dónde viene que se quisiera significar el ecuador de la Cuaresma? Para saber un poquito más, podemos sugerir pulsar aquí, y descubrir brevemente el primer origen bizantino histórico de la tradición del IV domingo de Cuaresma.

Oración inicial

Proponemos dos alternativas diversas –ambas tomadas de la Tradición eclesial– para empezar la oración:

1) tradición latina: para los que no tengan prejuicios contra la lengua latina y el canto gregoriano, pueden aprovechar la ocasión para retomar la antífona de entrada de la Misa, y escuchar la correspondiente grabación entre los vídeos propuestos. Puede encontrarse la partitura (tetragrama) más abajo.

Lætare Ierusalem: et conventum facite omnes qui diligitis eam:
gaudete cum laetitia qui in tristitia fuistis:
ut exsultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestrae.

Ps. Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi: in domum Domini ibimus.
(cf. Is 66, 10.11; Sal 121,1)

Alégrate Jerusalén, y todos los que la amáis, reuníos:
gozad con regocijo los que hicisteis duelo:
para que exultéis y quedéis saciados a los pechos de sus consuelos.

Sal. Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor.
(cf. Is 66, 10.11; Sal 121,1)

2) tradición bizantina: podemos retomar la oración de la “Gran Cuaresma” atribuida a San Efrén:

Señor y Soberano de mi vida,
aleja de mí el espíritu de indolencia,
desaliento, vanagloria y palabra inútil. (+)

Concede a tu siervo pecador
el espíritu de castidad,
humildad, paciencia y amor. (+)

¡Sí, Señor, Soberano, Rey mío y Dios mío!
Concédeme la gracia de conocer mis propios pecados
y no juzgar a mi hermano,
porque Tú eres bendito por los siglos de los siglos. (+) Amén.

Señor, ten misericordia de mí, pecador. (+)
Señor, purifícame de mis pecados y ten piedad de mí. (+)
Innumerables veces pequé, perdóname, Señor.

(Cf. Véase, si ayuda, el comentario de Alexander Schmemann pulsando aquí)

LECTIO  –  ¿Qué dice el texto?Lucas 15,1-3.11-32

Motivación: Este pasaje de Lucas constituye una cima de toda espiritualidad que se precie de ser tal, además de elevadísima cumbre de la literatura de todos los tiempos. ¿Exageramos? Véase lo que se llama «la historia de los efectos»: ¿qué serían de nuestra cultura, de nuestras relaciones, de nuestras familias, del arte, y en suma, de nuestra civilización, sin esta revelación de un Dios Padre lleno de misericordia? No deje nunca de conmovernos, cada vez que lo leamos, escuchemos… y vivamos. Tiene la virtud intrínseca de sugerir significados siempre nuevos incluso para el ateo. ¡Cuánto más si nos disponemos a acoger esta Palabra con fe! Este pasaje tiene, por encima de todo, el poder de hablarnos de Dios, de darnos a conocer su rostro. Mejor aún, su corazón.

 Propuestas para enmarcar la lectura:

  • El domingo pasado, a propósito de la conversión, Jesús contaba cómo un viñador (Él mismo) intenta salvar a la higuera infructuosa pidiendo un año de plazo al propietario (el Padre). Resultaba fácil identificarnos con la higuera y espabilarnos para disponernos a la conversión agradeciendo los esfuerzos del viñador por impedir que nos cortasen. El pasaje que sigue ahonda en la conversión, si bien con un enfoque muy distinto:
    • ya no se trata de un banal terrateniente, propietario de una viña, sino que “se convierte” ahora en “un padre”, “un hombre cualquiera (ἄνθρωπός τις, cf. Lc 15,11)”.
    • éste ya no posee una higuera infructuosa –quizás entre otras muchas fecundas y dulces–, sino dos hijos…, a cuál de ellos, ¡menos hijo!
    • ¿Todavía más? Sí, no solo nos revela Jesús a Dios, nos muestra su rostro o nos abre su corazón. Nos introduce en el misterio de sus entrañas, a corazón abierto, desgarrado… ¿Nos dejaremos conmover? ¿Nos dejaremos regenerar?

Del Evangelio de san Lucas (Lc 15,1-3.11-32)

 Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
—Éste recibe a los pecadores y come con ellos.

 Entonces les propuso esta parábola:
11 —Un hombre tenía dos hijos. 12 El más joven de ellos le dijo a su padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde». Y les repartió los bienes. 13 No muchos días después, el hijo más joven lo recogió todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. 14 Después de gastarlo todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. 15 Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; 16 le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. 17 Recapacitando, se dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 19 ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”». 20 Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre.

 «Cuando aún estaba lejos, le vio su padre y se compadeció. Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y le cubrió de besos. 21 Comenzó a decirle el hijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo». 22 Pero el padre les dijo a sus siervos: «Pronto, sacad el mejor traje y vestidle; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23 traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado». Y se pusieron a celebrarlo.

 25 «El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los cantos 26 y, llamando a uno de los siervos, le preguntó qué pasaba. 27 Éste le dijo: «Ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado sano». 28 Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerle. 29 Él replicó a su padre: «Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. 30 Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado». 31 Pero él respondió: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo32 pero había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado».

MEDITATIO (RUMINATIO) –  Leemos y releemos, dejémonos abrumar por la declaración del Señor, por la revelación del Padre ¿Qué me dice el texto, qué me revela de la relación con Dios y con el prójimo?

    • La grandeza del corazón de Dios, su misericordia infinita, descrita en las parábolas anteriores (una oveja perdida entre cien, cf. Lc 15,4-7, una dracma perdida entre diez, cf. Lc 15,8-10)– se completa ahora con unos rasgos vivísimos de las acciones del Padre (vv. 20-24; 31-32). Notemos que pasa de una proporción de una oveja ante 100 (1%), pasando a una dracma frente a 10 (10%), a un hijo entre dos (50%).
    • En la parábola los comportamientos parecen contrarios entre sí:
      • el hijo menor se va y cae cada vez más bajo, el Padre se queda en casa y parece estable, mientras que el hijo mayor se queda en casa, pero no guarda una relación estable y madura con el Padre, le corroen su padre y su benjamín;
      • al regreso del menor –por conveniencia más que por amor, y un tanto inexpresivo en relación al discurso que se había preparado–, el Padre le acoge conmovido, sin rencor, desfondando misericordia y haciendo fiesta; el mayor no se muestra feliz como el Padre; peor, se irrita con Él, y desprecia al benjamín, recriminando a su hermano y a su Padre; el Padre esperó largamente al menor, y ha aprendido la lección: no va a esperar otro tanto para que vuelva el mayor, y le motiva a entrar en su casa, ¿le convencerá?
      • Los dos hijos representan dos modos inmaduros de relacionarse con Dios:
        1. la rebelión inútil y
        2. la obediencia legalista infantiloide.
        • No se superan más que a través de la experiencia personal totalizadora de la misericordia del Padre. Si no conocemos en lo más profundo de nuestra miseria su perdón, sumergidos en incondicional amor divino gratuito -infinitamente mayor que nuestra más vergonzante miseria, pero también que la mayor de nuestras “justicias” (nadie mayor que Juan Bautista, y el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él, cf. Mt 11,11)-, no alcanzaremos a entrar, por fin, en una relación verdaderamente filial, madura y libre con Dios: el Reino de Dios.

ORATIO – Converso con el Señor a partir de su Palabra

Motivación: Uno podría sentirse dividido: o bien me fundo y me dejo confundir en la bondad, o bien me avergüenzo de sentirme desnudo, revelado por la lucidez misma con que la Palabra me describe en cuanto hijo/a, o bien… sea como sea, hago con ello oración.

    • Alabo al Señor por su delicadeza: no levanta el dedo acusador, ni hace pesar la dureza de una inapelable condena. No le falta lucidez: el pecador de marca mayor –sea un hermano o el otro–, queda maravillosamente retratado. Soy yo.
    • Doy gracias al Señor por su elegancia, por su paciencia, por su nobleza, por su magnanimidad… Parece anticiparse lo que cantarán los improperios del Viernes Santo: “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, en que te contristé? ¿A caso hubo algo que le hubiera faltado hacer al viñador por su higuera? ¿Se le podría hacer notar al padre de la parábola algo que le hubiera faltado hacer por sus hijos?
    • Suplico la conversión para alcanzar a vivir como hijo/a. Puedo encontrar pistas significativas mirando el “negativo” de la foto de cada uno de los hijos: no abandonar al Padre como hizo el pequeño, ni quedarme con Él como hizo el mayor, sino permanecer con Él como hace Jesús…, y así con cada uno de los rasgos que perciba en ellos…
    • Me confío y abandono a la insondable misericordia de Dios. Que aún con lo que me duela, me revele en qué y cuánto me queda por vivir con autenticidad mi condición de hijo/a de Dios.
    • Claro e indudable: Dios es Padre de misericordia. Y, ¿María? San Cipriano (200-258), obispo y mártir, escribió una importantísima obra Sobre la unidad de la Iglesia católica en la que sostiene: «no puede tener a Dios como padre quien no tiene a la Iglesia como madre» (cf. De Ecclesiae catholicae unitate, 6: PL 4,503A). Está absolutamente fuera de duda que para el mártir cartaginés,  lo que se confesaba de la Iglesia, se creía también de la Virgen. María es Madre de misericordia. Le confío a su intercesión todas mis miserias: Salve, Mater misericordiae!
    • Así como el Padre tiene entrañas de misericordia para acoger incondicionalmente a sus hijos erráticos (los que abandonaron su hogar y los que se quedan en su casa), María, siempre virgen, tiene entrañas para reconducir a la inocencia a los culpables.

CONTEMPLATIO – Pocas páginas más adecuadas para descansar en Dios

Motivación: Desde que Jesús –el único que lo conocía– nos contó lo que hay en el seno del Padre (cf. Jn 1,18), las cosas ya no son como antes; ahora conocemos a Dios: es nuestro Padre, que por amor nos ha creado libres y dotados de conciencia, que sufre si nos perdemos y que hace verdadera fiesta si regresamos.

    • Adoro, con Jesús y en Jesús –movido por el espíritu filial–, al Padre…
    • Me dejo acoger en sus brazos, le imploro que me regenere en sus entrañas misericordiosas.
      • Sugerimos escuchar la preciosa canción de Ignacia Vidaurre Guzmán “Décimas de un hijo pródigo” (grabación entre los vídeos de esta entrada; letra, aquí).
    • Mi relación con Dios no se construye más que a través de una historia –la mía– como le sucede a todo hijo con sus padres: al inicio depende de ellos, se fía, y si los padres son tales, el infante goza; luego, llega la adolescencia y reivindica su propia autonomía, y los padres reaccionan según pueden; Dios siempre es fiel y, aunque nos alejemos y nos perdamos, no deja de seguirnos con su amor, perdonando nuestros errores y hablando interiormente a nuestra conciencia para volvernos a atraer hacia sí; y por último —si se da un desarrollo positivo, constructivo— llega a una relación madura, basada en el agradecimiento y en el amor auténtico. Con los límites que tenga el símil: será el hijo el que se disponga a dar su propia vida, su entrega, su trabajo para honrar a su padre.

COLLATIOUn compartir sencillo

 Tras un breve tiempo de oración, si alguno lo desea, puede compartir en voz alta su oración, con su alabanza a Dios, su acción de gracias o una súplica confiada.

    • Para ir acabando oramos rezando y/o nos unimos al canto del salmo que se proclamará el domingo (Salmo 33): en la Liturgia de las horas (tomo de Cuaresma y Pascua), p. 1029.
    • Salmo 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor (Athenas & Tobías)

ACTIO – Vivir la Palabra

Jesús dirigió la parábola a fariseos y escribas que murmuraban viéndole hablar comer con publicanos y pecadores (vv. 1-3). ¿Sirvió de algo su predicación? ¿Hasta dónde? La mayoría de nosotros, ante aquellos que no se conducen según nos agrada, ¿acaso no acabamos prejuzgando como hacían fariseos y escribas? ¿No hemos pensado alguna vez: “…El mundo sería mucho mejor sin ladrones, asesinos, terroristas, adúlteros, abortistas, tantos desequilibrados (políticamente: zurdos, …chistas, ….mitas…; sexualmente: gays, travestis…; deportivamente: culés, colchoneros…; nacionalmente: rusos …), banqueros…? (cada cual sabrá ampliar su particular lista en función de sus philias y phobias, ideología, edad, condición…). Pues bien, parte de la diferencia entre el padre y el hermano mayor se juega en que:

    • el hermano mayor juzga las obras de su hermano pequeño: “se ha comido tu fortuna con prostitutas”, y no soporta las del padre: “has matado para él el novillo cebado” (cf. v. 30); además, se vanagloria de su curriculum: “tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya”, mientras lo denuncia como desestimado por su propio padre: “nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos” (v. 29).
    • en cambio, el padre no se escandaliza por los hechos ni de uno, ni de otro; se deja interpelar por todo el recorrido de la conducta del benjamín (acaba regresando, se convierte), y privilegia la identidad tanto de su hijo pequeño: “este hermano tuyo”, como la del primogénito, al cual incluso identifica consigo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo” (cf. v. 32) y le da razón de su propia conducta convidándole: “convenía celebrar una fiesta y alegrarse”.

Ahí está el reto. Para asumirlo hace falta mucha fe, mucha abnegación propia y mucho amor con el hermano…, o en general, con el prójimo, incluido el padre.

 Oración final – Padre nuestro.

Saludo a la Virgen María. Que nos ayude en esto ella: Salve, Mater misericordiae! Grabación entre los vídeos, y partitura más abajo.

Se trata de un antiguo texto de composición originalmente carmelita (los estudiosos no acuerdan su origen preciso: s. XII-XV). La música con la que hoy se suele conocer su canto es composición del gran Dom Joseph Pothier, O.S.B. (1835–1923), abad restaurador de la vida monástica y del canto gregoriano.

Salve Mater misericordiæ,
Mater Dei, et Mater veniæ,
Mater spei, et Mater gratiæ
Mater plena Sanctae Letitiæ
O Maria!

        1. Salve decus humani generis,
          Salve Virgo dignior ceteris,
          quae virgines omnes transgrederis,
          et altius sedes in superis,
          O Maria!
        2. Salve felix Virgo puerpera:
          nam qui sedet in Patris dextera,
          cælum regens, terram et æthera
          intra tua se clausit viscera,
          O Maria!
        3. Te creavit Pater ingenitus,
          adamavit te Unigenitus,
          fecundavit te Sanctus Spiritus,
          tu es facta tota divinitus,
          O Maria!
        4. Te creávit Déus mirábilem,
          te respéxit ancíllam húmilem,
          te quæsívit spónsam amábilem,
          tíbi númquam fécit consímilem,
          O María!
        5. Te beátam laudáre cúpiunt
          omnes jústi, sed non suffíciunt;
          múltas láudes de te concípiunt,
          sed in íllis prórsus defíciunt,
          O Mária!
        6. Esto, Mater, nostrum solatium:
          nostrum esto, tu Virgo, guadium
          et nos tandem post hoc exsilium
          lætos junge choris caelestium
          O Maria!

Salve, Madre de misericordia,
Madre de Dios y Madre del perdón,
Madre de la esperanza y Madre de la gracia,
Madre llena de santa alegría,
¡oh, María!

        1. Salve, honor [hermosura] del género humano;
          salve, Virgen más digna que ninguna,
          que sobrepasas a todas y más alto [que ellas]
          tienes sede en las alturas superiores.
          ¡Oh, María!
        2. Salve, dichosa Virgen fecunda,
          el que se sienta a la diestra del Padre,
          que cielo gobierna, la tierra y los aires,
          dentro se encerró de tus entrañas.
          ¡Oh, María!
        3. Te creó el Padre inengendrado,
          te ha amado el Unigénito,
          te ha fecundado el Espíritu Santo,
          tú has sido hecha toda divinamente.
          ¡Oh María!
        4. Dios te creó admirable
          te miró [como] servidora humilde,
          te pidió [cual] esposa amable,
          –a ti– nunca hizo otra semejante,
          ¡Oh María!
        5. Alabarte bienaventurada anhelan
          todos los santos, pero ¡no bastan!
          Muchas alabanzas de ti conciben
          pero en ellas, se quedan del todo cortos.
          ¡Oh, María!
        6. Sé Tú, Madre, nuestro solaz;
          sé tú, Virgen, nuestro gozo;
          y después de este destierro,
          únenos, gozosos, a los coros celestiales
          ¡Oh, María!

 

 

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