Los carmelitas, nómadas infatigables en busca de Dios, nos pusimos en camino hace ocho siglos. Algunos peregrinos, provenientes de Europa, inspirados por el profeta Elías y María, la Señora del Lugar, se establecieron en el Monte Carmelo, para vivir como eremitas en la Tierra del Señor.
El carmelita, viviendo en obsequio de Jesucristo, se pone en camino hacia la cumbre del Carmelo, lugar de unión y transformación con Dios.
La contemplación es el corazón de la vida carmelita, y ésta se hace presente allí donde el Amor de Dios se hace activo: en la oración, en la fraternidad y en el servicio en medio del pueblo.