La comunidad seglar de la TOC de Santa Mª Magdalena de Pazzi, con sede en el Monasterio carmelita María Madre de la Iglesia, de La Vega (República Dominicana), tuvo la ocasión de saludar al Prior Provincial, P. Desiderio García, O.Carm., el día 12 de febrero de 2020, al final de la celebración de la eucaristía. El encuentro fue breve, debido a la agenda tan apretada, pero dio tiempo a saludarse e intercambiar impresiones, con la promesa de poder tener un encuentro formal, en la próxima visita.
Los miembros de la TOC proceden de La Vega, Monción y Sabaneta, en República Dominicana. La priora es la Hna. Hilda Dolores Moronta de Delgado, T.Carm. El Director Espiritual y Delegado Nacional de la TOC es el P. Pedro María Rodríguez, O.Carm. que, con entusiasmo y mucha dedicación, está actualmente encargado de la formación de la comunidad.
La Tercera Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo es una asociación de laicos que, en respuesta a la llamada particular de Dios, prometen vivir la vida del Evangelio en el espíritu de la Orden del Carmen y bajo su dirección.
Además de los laicos, igualmente pueden formar parte de la misma sacerdotes del clero. El vínculo fundamental del terciario con la Orden es la profesión mediante la cual, siguiendo nuestra antigua costumbre, pueden emitir los votos de castidad y obediencia, según las obligaciones del propio estado para consagrarse más profundamente a Dios.
Los laicos carmelitas, penetrados por el espíritu de la Orden, pretenden vivir su carisma particular en la escucha silenciosa de la Palabra de Dios (Lectio Divina). Siguiendo la tradición ininterrumpida del Carmelo, cultivan la oración en sus distintas formas.
Los miembros de la Orden Tercera del Carmen viven en medio del mundo y en la familia, en su ambiente de trabajo, en las responsabilidades sociales que desempeñan, en los hechos de cada día, en las relaciones con los demás, buscan la huella escondida de Dios, la reconocen y hacen germinar la semilla de la salvación según el espíritu de las bienaventuranzas, con el ejercicio humilde y constante de las virtudes y de un espíritu de justicia, sinceridad, cortesía, fortaleza de ánimo, sin las cuáles no puede haber una vida verdaderamente humana y cristiana.