En la introducción de los días de reflexión, ayer, día 6 de septiembre, el P. Timothy Radcliffe, OP, nos recordó que nunca es demasiado tarde para redescubrir la alegría de nuestra vida religiosa. Somos frailes, fratres, hermanos, y también tenemos hermanas. El mundo necesita desesperadamente símbolos vivos de fraternidad. El Papa Francisco ha escrito Fratelli Tutti, “Todos hermanos”, porque nuestro mundo corre el peligro de perder el viejo sueño de la hermandad universal. Frente a esta desintegración, los hermanos encarnamos algo maravilloso y tremendamente necesario: la fraternidad. Destacó que uno de los títulos cristianos más antiguos y más importantes es, quizás, el de hermano. No sólo hermanos en la Orden, sino como símbolos vivos de la familia humana, hijos de nuestro Padre, y reunidos en el linaje de Cristo.
El Papa Francisco -seguidamente, resaltó- nos llama a dejar atrás el clericalismo asfixiante. La mayoría de los carmelitas son sacerdotes. Pero, ¿cómo podemos ser sacerdotes sin ser clericalistas? Los frailes podemos encarnar justo lo que la Iglesia busca, una forma fraterna de ser sacerdote. ¿Qué significa ser un hermano en un instituto clerical? Siempre he sostenido que la verdadera cuestión es la inversa: ¿Qué significa ser sacerdote en una orden de hermanos? ¿Qué significa ser sacerdote en los “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”?
Así que quiero abrir un debate sobre los pilares de nuestra vida religiosa, nuestros votos, y buscar cómo se pueden vivir con alegría y libertad. Comenzaré con la obediencia, luego trataré la castidad, cómo vivimos nuestra sexualidad. Finalmente, el liderazgo. No dedicaré una charla especial a la pobreza. Los otros votos implican cada uno una profunda pobreza. El voto de obediencia nos invita a una forma de pobreza más radical que es la de no poseer cosas. No somos dueños de nuestras vidas. Con la castidad aprendemos a no ser dueños de otras personas. Y el liderazgo es una especie de despojo del poder opresor. Así que espero que veamos cómo la pobreza incluye ciertamente una simplicidad de vida, pero también es mucho más radical. Es una pobreza de espíritu. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3).