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Sí, vamos a empezar el octavario de oración por la unidad de los cristianos en este año 2025. Y, por cierto, ¿qué es lo que nos une a los cristianos?

¡¡JESUCRISTO!! Aquel mismo que nos une a todos los cristianos no es otro que Aquel en cuyo obsequio hemos profesado vivir y consagrarnos en el Carmelo.

No nos une un ‘Jesús’ cualquiera: … de Pablo, … de Apolo, … de Cefas… Solo nos puede unir JESÚS, el CRISTO. No lo conocemos más que por la fe que transmite, proclama y celebra la Magna Iglesia. Este año concurre además la circunstancia del 1700 aniversario del Concilio (Sínodo) de Nicea (véase un atractivo acercamiento ofrecido por el prof. Andrés Sáez). Sería obligado conocer su fecha, al menos, deducirla a partir del año corriente.

Hablamos del año 325, primer cuarto del siglo IV. Por entonces, entre 314 y 335 ocupó la sede de Roma el santo obispo Silvestre. Relacionémoslo con Basilica dei santi Silvestro e Martino ai Monti,  esto es, la Basílica de los santos Silvestre y  Martín en los montes. También llamada Titulus Equitii (Título de Equizio, en alguna futura entrada hablaremos del significado de este apelativo). Los montes se refieren a las colinas sobre las que está construida: Colle Oppio. A los carmelitas debería sonarles. En su cripta descansan los restos del papa san Silvestre, aunque suele ser más conocida por el patrocinio de san Martín, de feliz memoria santo obispo de Tours.

Hoy es basílica cardenalicia, y desde el año 1299 confiada al Ordo Fratrum Beatissimae Mariae Virginis de Monte Carmelo. Se yergue sobre las catacumbas de Priscila, antiguo cementerio romano-paleocristiano. Se trata de uno de los más antiguos que se han descubierto. Conserva frescos de especial importancia, por ejemplo, muy antiguas representaciones de la Virgen María o de la Anunciación.

Interesa recordar la etimología del sustantivo cementerio:

• • • • vocablo procedente del  latín tardío coemētērium,
        • y este del griego antiguo κοιμητήριον (koimetérion, dormitorio),
          • sustantivo, a su vez, derivado del verbo κοιμάω (koimaō), ο κεῖμαι (keĩmai, dormir),
            • del protoindoeuropeo *kei-.

Algunos papas fueron enterrados en este cementerio, como Marcelino (aunque su condición de mártir está en duda), Marcelo I, Silvestre I, Liberio, Siricio, Celestino I y Vigilio. Véase, a modo de ejemplo, en la cripta, la capilla de san Silvestre.

Tras el Concilio de Nicea, fue a partir de esa basílica en el papado de San Silvestre,  donde se empezó a proclamar en Occidente el ‘símbolo’ (symbolum, σύμβολον) de la fe que hoy estamos llamados a seguir confesando con nuestra vida, y transmitiendo con nuestra existencia.

Todos los santos que han seguido las huellas de nuestro Maestro intercedan por nosotros y nos ayuden a encontrar caminos de comunión.