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18 diciembre, 2019 / Carmelitas
Cristianos y musulmanes. Encuentro de oración y amistad (2019). Parroquia Virgen del Carmen. Onda, 17 diciembre 2019.

El día 17 de diciembre, en la Parroquia Virgen del Carmen, se celebró el III “Encuentro de oración y amistad entre cristianos católicos y musulmanes “en los bajos de los salones parroquiales. Como en otras ocasiones, 120 personas han rezado juntos por la paz.

Presidieron el acto el P. Juan Gregorio, O.Carm. y el P. Antonio, O.Carm., Párroco y Vicario parroquial de la Parroquia Virgen del Carmen, junto con Soulimán, el Imán de la Mezquita de Onda. Les acompañaron Ahmed, Miembro de la Junta de la Mezquita, y Pedro, Coordinador de Cáritas.

El P. Juan Gregorio, O.Carm. dirigió a los presentes las siguientes palabras:

“El Papa Francisco presidió este año el Encuentro por la Paz en la ciudad de Hiroshima, junto al Memorial de la Paz que rinde homenaje a las víctimas de la bomba atómica lanzada sobre esta ciudad y sobre la de Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial.

A su llegada, el Papa pronunció un discurso en el que volvió a repetir que ‘el uso de la energía atómica con fines de guerra es un crimen, no sólo contra las personas y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. El uso de la energía atómica con fines de guerra es inmoral. Seremos juzgados por esto’.

Hoy nosotros, cristianos y musulmanes, queremos recordar a las víctimas inocentes de tanta violencia y os animo a llevar en el corazón las súplicas y anhelos de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente de los jóvenes, que desean la paz, trabajan por la paz, se sacrifican por la paz.

La paz sólo se podrá conseguir si se funda en la verdad, si se construye de acuerdo con la justicia, si se vive desde la caridad y si se realiza en la libertad. La construcción de la paz significa reconocer que son muchas y muy grandes las diferencias entre las personas, pero las diferencias no pueden justificar nunca el propósito de imponer a los demás los propios intereses particulares.

Las comunidades que somos diferentes en cultura o desarrollo económico, estamos llamados a comprometernos a trabajar «por el progreso común», por el bien de todos. Si realmente queremos construir una sociedad más justa, más segura y en paz, debemos dejar que las armas caigan de nuestras manos: «No es posible amar con armas ofensivas en las manos». Las armas, causan víctimas y provocan la ruina de los países, causan pesadillas, exigen enormes gastos, y detienen los proyectos de solidaridad entre los pueblos».

La paz no es la ausencia de guerra sino algo por lo que tenemos que trabajar cada día un perpetuo quehacer. La paz es fruto de la justicia, del desarrollo, de la solidaridad, del cuidado de nuestra casa común y de la promoción del bien común, aprendiendo de las enseñanzas de la historia. Las personas que queremos vivir en paz, que queremos construir la paz estamos llamados a caminar juntos, como hacemos esta tarde, cristianos y musulmanes.

Hoy nos miramos con comprensión y perdón, abriendo el horizonte a la esperanza y trayendo un rayo de luz en medio de las numerosas nubes que hoy ensombrecen el cielo. Hoy es un día, para que cristianos y musulmanes nos abramos a la esperanza, convirtiéndonos en instrumentos de reconciliación y de paz. Esto será posible cuando nos demos cuenta que tenemos que ayudarnos unos a otros que somos hermanos, hijos del mismo Dios y que todos tenemos un destino común.

Hoy elevamos una sola súplica abierta a Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: ¡Nunca más la guerra, nunca más el rugido de las armas, nunca más tanto sufrimiento! Que venga la paz en nuestros días, en este mundo nuestro.

Oh Dios, tú nos lo has prometido, cuando nos dices en el salmo 84: «La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo» (Sal 84,11- 12). Ven, Señor, que es tarde y donde sobreabundó la destrucción que también pueda hoy sobreabundar la esperanza de que es posible escribir y realizar una historia diferente. Y ahora, cerca ya de la Navidad, te gritamos ¡Ven, Señor, Príncipe de la paz, ¡haznos instrumentos y ecos de tu paz!”.

 

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