El P. José Manuel Granados, O.Carm., carmelita de la Provincia Bética, impartió en el Convento de San Andrés de Salamanca, un cursillo sobre mariología carmelita, los días 27-31 de enero de 2020. Las clases nos permitieron profundizar en la raíces históricas y espirituales de la dimensión mariana de la Orden del Carmen. La presencia de María ha presidido nuestros orígenes, considerándola figura inspirativa de la Orden del Carmen.
Nuestro recorrido comenzó acercándonos a la Virgen María a través de la Sagrada Escritura, donde aparece siempre en relación con el Misterio de Cristo. Una vez familiarizados con el papel fundamental de María en la eclesiología católica, echamos un vistazo a cómo las denominaciones de otras iglesias hermanas, luterana, anglicana y ortodoxa, valoran a la Madre de Jesús.
Durante el cursillo estudiamos los principales dogmas marianos: María, Madre de Dios; María siempre Virgen; María y su Inmaculada Concepción. El Concilio Vaticano II reforzó la importancia del lugar que ocupa María unida al Misterio de Cristo por la Salvación y Redención, y, también, por ser parte del Cuerpo de la Iglesia. Estos dogmas marianos nos adentraron en el dogma de la Asunción de María y en el Misterio de la Virgen María como “Reina y Señora de todo lo creado”.
El Carmelo recibe su bendición por reconocer a la Virgen María como modelo de santidad y, al igual que, en la época feudal, los servidores recibían protección de sus señores, los primeros ermitaños sintieron la protección de Jesucristo, Señor del Lugar, y de María, Señora del Lugar, a quienes se consagraron. Es esta misma devoción por la que desde los primeros siglos de fundación de la Orden del Carmen se proclama a María como “Patrona, Madre y Fundadora”.
El amor a Nuestra Santísima Madre estuvo tan arraigado en la Orden del Carmen que, en algunas Provincias, se llegó a incluir en el rito de profesión un cuarto voto en el que se defendía hasta la muerte que la Bienaventurada siempre Virgen María del Monte Carmelo había sido “concebida sin mancha de pecado original desde el primer instante de su ser natural”. Esta defensa fraternal, así como la virginidad profesada de los carmelitas respecto a la Virgen María, se afianzó aún más, haciéndose llamar “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”. No podemos olvidar las promesas vinculadas a la venerable tradición del Santo Escapulario y a toda la mística mariana desarrollada por nuestro místicos y escritores espirituales.