Dejando progresivamente atrás las limitaciones impuestas por la pandemia, este 6 de diciembre nos ha bien valido la bendición de un día de excursión y convivencia fraterna intercomunitaria. ¿El lugar? Hita, en la provincia de Guadalajara, célebre por el famoso arcipreste medieval, Juan Ruiz, autor del clásico de la literatura española, Libro de Buen amor.
Algunos llegados de relativamente cerca, otros lejos, y otros… todavía de más lejos: incluso debiendo hacer escala nocturna para llegar viajando desde Sevilla y Jerez de la Frontera. ¡Así se prueba la determinación a participar de las propuestas de encuentros fraternos! Sin lugar a dudas, mientras otros se quedan al pie del cañón cubriendo las obligaciones locales. ¡Gracias, también a ellos!
Nuestros hermanos de Zaragoza han sabido alegrar el encuentro aportando un buen almuerzo a medida que los coches iban llegando. Una vez ya todos congregados, la misma espera del Señor -¡que viene!-, nos ha agraciado con una entrañable y orante celebración de la Eucaristía. Nos acogía hospitalariamente D. Enrique García Larios, el actual párroco de Hita (‘preste’ y ‘no arcipreste’, según él ha querido puntualizar modestamente). Además de participar en la Misa con nosotros, ha tenido a bien hacernos una amable visita guiada por la localidad, con una parada especial en el templo parroquial. Su formación como historiador ha hecho las delicias de nuestra curiosidad por aprender sobre el lugar, respondiendo unas y otras preguntas que iban surgiendo…. hasta que… fray Pedro, atento a la cuestión logística , nos ha recordado las necesidades comunes que ordinariamente trae todo hijo de vecino: se nos había hecho la hora de comer. En efecto, en un encuentro fraterno, como en tantos lugares aparece en la Biblia, no podía faltar una comida festiva. Cuánto más festiva cuanto homenajeamos a nuestro hermano Nikolaus John por doble motivo en feliz coincidencia: santo y cumpleaños. ¡Muchas felicidades, John!
Al acabar, con las pilas ya recargadas, los que vinieron de lejos emprendieron el regreso, algunos pudieron todavía dar un paseo tranquilo, y todos, por fin, pudimos dar gracias a Dios por la sobreabundancia de sus bendiciones.