“El mundo es un lugar de Dios”. Es uno de los grandes misterios del cristianismo. “No poseer nada de modo del egoísta”. Es uno de los grandes misterios del místico. Así lo recordaban ayer en la reflexión sobre “Ecología, espiritualidad y Biblia”, los profesores Xabier Pikaza y Eduardo Scarel. Cada vez se aprecia una mayor preocupación por las cuestiones medioambientales en la Iglesia, sobre todo desde el empujón que ha supuesto para ello la publicación de la Encíclica “Laudato sì”, del papa Francisco. La dimensión ecológica de la fe se va poniendo de manifiesto en múltiples iniciativas, y son frecuentes los entornos de fe en los que encuentran eco las iniciativas de sostenibilidad que se proponen desde diferentes ámbitos. La “ecología aplicada” parece estar haciéndose hueco, afortunadamente, en la dinámica eclesial.
Pero ¿se agota con ello la riqueza de la relación entre ecología y fe, entre ecología y cristianismo? Es cierto que la crisis medioambiental funciona como un auténtico signo de los tiempos, que interpela no sólo a la vida humana en general, sino también a la fe que compartimos. Y desde ahí tiene pleno sentido que nos preocupemos por la repercusión medioambiental de lo que hacemos. El medio ambiente se convierte así en escenario en el que vivir nuestra fe, pero también es cierto que pudiera funcionar como lugar teológico desde el que pudiéramos acercarnos, de una forma renovada, a la riqueza de dicha fe.
A continuación, tenéis colgado el vídeo de la charla: