Los carmelitas de la Provincia de Aragón, Castilla y Valencia quieren hacer memoria de Fray Pablo María de la Cruz, cuando nos acercamos al primer año de la entrega de su vida en el convento de San Andrés en Salamanca. En primer lugar, queremos dar gracias a Dios y a la Virgen Madre por este don tan fecundo.
Los mismos sentimientos de gratitud se extienden al Prior General y la Curia General por acompañar, discernir y acoger la llamada de fray Pablo al Carmelo. Asimismo, agradecemos a Monseñor José Luis Retana, obispo de Salamanca, y a Monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, su cercanía, acogida y acompañamiento eclesial al testimonio de este hermano nuestro. De igual manera agradecemos la cercanía de fray Miguel Márquez, Prepósito General de nuestros hermanos descalzos.
Seguimos animando a todos los hermanos y hermanas de la gran familia del Carmelo, para que continuemos haciendo nuestras las intenciones por las cuales Fray Pablo María ofreció su vida, esto es: (1) Para que todos los movimientos, congregaciones, órdenes… en la Iglesia sean uno; (2) Por la conversión de los jóvenes a través de Jesucristo Eucaristía; (3) Para que los cristianos destierren el miedo de la muerte. De igual manera, oramos por el don de la pequeñez espiritual que nos acerca a los más débiles y sufrientes, tal como este hermano nuestro nos enseñó.
Al Dios victima eucarística que, en su inefable misterio de amor sacrificial, sigue uniendo almas al misterio de su cruz gloriosa y a su corona hecha de espinas, seguimos confiando la memoria de nuestro hermano Fray Pablo María de la Cruz, sabiendo que el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, es un Dios de vida. Esto lo hacemos por manos de nuestra Madre y Hermana la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, a cuyos pies Fray Pablo entregó su vida en vísperas de su conmemoración solemne del año de salud de 2023. A ella, “girasol en el jardín del Carmelo”, confiamos, como una semilla en tierra fértil, el testimonio y testamento de este hermano nuestro. Y a ella dirigimos, con gratitud, alegría y confianza, nuestro canto: Flos carmeli, vitis florigera, carmelitis, esto propitia.