La Tercera Orden del Carmen de Vila-real nos brinda el ejemplar del mes de diciembre de 2022. En este número se hace especial mención a san Juan de la Cruz, el carmelita, poeta y místico universal. El Prior Provincial nos brinda una reflexión a propósito de esta festividad.
San Juan de la Cruz, enamorado de Dios.
Estimados amigos de la TOC de Vila-real: ¡Feliz Adviento!
Recibid mi felicitación en la fiesta de san Juan de la Cruz. Sirvan estos cuatro pensamientos del místico carmelita para refrescar entre nosotros la actualidad y grandeza de su mensaje.
1. “El fin de Dios es engrandecer al alma” (Ll 2,3). A Juan de la Cruz le interesa Dios y el hombre. “Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, solo Dios es digno de él” (Dichos 39). De aquí que Dios busque en todo momento la realización del hombre: “El fin de Dios es engrandecer al alma” (Ll 2,3). Solo Dios es el único que puede colmar y satisfacer al hombre en plenitud. La dignidad de la persona –afirma el Vaticano II– “tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección” (GS 21). En cada ser humano reside Dios, porque “el centro del alma es Dios”. Lo curioso es que alcanzar el propio centro es “ser uno mismo”. ¡Y en plenitud!
2. “Fuera de Dios todo es estrecho” (Cta. 13). Dios no es un rival del hombre,
no está celoso de su madurez y desarrollo ni atenta contra su dignidad y libertad. El hombre “no se llena con menos que infinito” (L 3,18). Solo Dios puede saciar la sed radical del hombre. Fuera de Él, todo es estrecho (cf. Cta 13). Solo Dios da alas verdaderas de libertad al hombre para que no sea esclavo de nada ni de nadie. Por eso, san Juan de la Cruz llama a las criaturas, y a todo aquello que despista al hombre y no es Dios, “migajas”: “Son meajas que cayeron de la mesa de Dios” (1S 6,3). Dios nos va ayudando a “vaciarnos” de tantas posesiones que entorpecen nuestra “libertad”, debilitan nuestra “voluntad” y oscurecen nuestro “entendimiento”. El hombre solo es libre si va cogido de la mano de Dios. Soltar su mano es perderse en mil esclavitudes.
3. “El que a ti te amare Hijo, a mí mismo le daría” (R2). “Si el hombre busca a Dios, mucho más le busca su Amado a él” (Ll 3,28). Dios nos ha dado todo en Cristo como Palabra y como Amor: “El que a ti te amare Hijo, a mí mismo le daría; y el amor que yo en ti tengo ese mismo amor en él pondría, en razón de haber amado a quien yo tanto quería” (R2). Dios no nos ama menos que se ama a sí mismo. Dios nos “adama”, que “es mucho más que amar simplemente; es como amar duplicadamente” (C 32). ¡El mismo amor con que el Padre ama al Hijo es el amor con que Dios te ama a ti! El amor de la Trinidad, manifestado históricamente en Cristo, impacta de lleno en el hombre, no solo para servirnos, sino, incluso, para hacerse “esclavo de nosotros por amor” y ganarnos para su causa: “Comunícase Dios en esta interior unión al alma con tantas veras de amor, que no hay afición de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano ni amistad de amigo que se le compare…” (C 27,1).
4. “La noche es tiempo para embellecer” (1 S 9,1). Juan de la Cruz considera que el “camino de unión” es noche oscura que se recorre con los pies de las virtudes teologales. La fe, esperanza y caridad son el “único medio próximo” para “ir” el hombre a Dios, porque es el único medio por el cual Dios “viene” al hombre. “Estas tres virtudes andan en uno” (2 S 24, 8). ¡Nos unimos a Dios cuando creemos, esperamos y amamos! La noche oscura es el arte de enseñarnos a amar con Dios ama. Para ello, Dios debe invadir por completo a la persona. Meter al “infinito” (Dios) en una realidad “finita” (hombre) es crucificante y doloroso, señalará; es como si quisiéramos meter el océano en un vaso de agua. La dilatación de la naturaleza del hombre es tal que siente que va a estallar… “Sin esta noche oscura de purgación”, es decir, sin el ensanchamiento de las entrañas del hombre, no se puede recibir en plenitud, “con deleite y gozo”, el amor a Dios y al prójimo. Es el Espíritu Santo el que nos engrandece por dentro preparando el alumbramiento del “hombre nuevo”.
El carisma que el Espíritu Santo ha confiado al Carmelo es la respuesta concreta a los anhelos de Dios que todo tiempo histórico tiene: deseo de verle, deseo de tocarle, deseo de estar a solas con Él, deseo de entregarse sin límites a la humanidad, deseos de hacer el bien. Juan de la Cruz nos ha mostrado a través de su obra que estos caminos, aunque parezcan inaccesibles y oscuros, son para todos, y son el lugar privilegiado del encuentro con el Amado, que nos espera, justamente, ahí, donde nosotros, a veces, no nos atrevemos a buscarle.
P. Desiderio García Martínez, O.Carm.
Prior Provincial, Provincia carmelita de ACV.