El encabezamiento de esta entrada no trata ni de rebajar (se encarga el comercio de las rebajas), ni de edulcorar (no faltan dulces, se ocupa la industria), ni de banalizar la Navidad (‘vacaciones de invierno’, según dicen algunos). Perseguimos la raíz del asunto, del latín sympathīa, o si se prefiere del griego συμπάθεια, es decir, algo con indudable antigüedad indoeuropea. Sentir con, compadecer, dejarse conmover en entrañas de misericordia, reír con quien ríe, llorar con quien llora…
Modestamente, nos gustaría sugerir una celebración de la Navidad sintiéndola con la Sagrada Familia de Nazaret, o por qué no, con la Sagrada Familia eterna, la Trinidad. O bien nos dejamos arrastrar por el consumismo de espumillón, las prisas por las uvas, los estándares de vinos y cavas, costumbres progresivamente vaciadas de sentido, o bien, aún intentando mantener una dimensión religiosa naufragamos en la sola reflexión de conceptos, ideas, charlas u homilías que, a fuerza de repetirse año tras año, quedan poco menos que estereotipadas en fórmulas que las hace sonar a tópicos resabidos que entran por un oído y salen por el otro, incluso con toda la verdad que puedan encerrar.
La propuesta que ofrecemos en formato de vídeo adjunto intenta esquivar todos esos escollos. Bien vale un rato tranquilo de oración, tal vez en lugar de la matraca de la televisión, o una sobremesa familiar; incluso para alguna catequesis, quizás un pequeño video fórum; tal vez, sirva para inspirar alguna predicación.
Se trata de algo bien carmelitano: de contemplar, de sentir y dejarse transformar. Si estos días transforman, es Navidad. Si no transforman, nos habremos quedado en lucecitas, comilonas y consumismo hueco. Porque si la Navidad es Fiesta, no es fiesta de cualquier manera, es Fiesta que de verdad nos libera, al punto de hacernos hijos de Dios.
La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios. (Jn 1,9-12).
Y a ti, ¿cómo te afecta, cómo te toca el afecto, el nacimiento de Jesús?
¡FELIZ NAVIDAD!