¿Quienes somos? Somos los amados de Dios.
Nosotros, por nuestra parte, somos los amados de Dios. Esta es nuestra identidad básica, no importa lo que pensemos de nosotros mismos, no importa lo que la gente diga de nosotros, no podemos cambiar quiénes somos: somos los amados de Dios. Y debido a que somos los amados de Dios, somos esencialmente buenos. No importa lo que hagamos, no podemos cambiar el hecho de que Dios misericordioso nos ha amado para que vivamos, nos acompaña en el amor y, por lo tanto, somos buenos. La hermana Helen Prejean, que ha desarrollado su ministerio trabajando en las
prisiones, dice a menudo: “Todos somos mejores que nuestras peores acciones”. Lo que significa que no podemos cambiar quiénes somos: los amados de Dios.
Santa Teresa y la oración.
Cuando hablamos del Carmelo como escuela de oración, la Iglesia ha encontrado en santa Teresa de Jesús una maestra de oración. Ella describe la oración como una conversación con un amigo: “que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.
Santa Teresa imaginó nuestro viaje por la vida como una peregrinación a un “castillo interior”. Dios, el Rey, está en el centro de nuestra existencia, en el centro de nuestro castillo. Este Rey nos invita a entablar una relación amorosa.
Santa Teresa escribe: “La puerta del castillo es la oración y la reflexión”. No somos nosotros los primeros en hablar en la oración. Siempre es Dios quien habla primero. Dios al pronunciar una palabra nos llamó a la vida y continúa generando nuestra vida con su palabra. La palabra que Dios nos dice es siempre palabra de vida, de compasión, perdón, desafío. Dios siempre está delante de nosotros, llamándonos a vivir más profundamente nuestra vida. En la oración, nosotros, esencialmente, somos “oyentes”, tratando de escuchar la palabra deDios, la voluntad de Dios para nosotros y para nuestro
mundo. Todas nuestras muchas palabras son un intento
de decir una palabra, que es la palabra de Dios.
Una forma de rezar.
No hay una forma única de rezar, ningún método sagrado, así como no existe una única forma de conversar con un amigo. La oración tiene que ver con amar, no con tener hermosos pensamientos, ni siquiera con tener “experiencias”. Santa Teresa se quejó de que no podía pensar mucho en Dios. Su mente era demasiado activa para tener reflexiones prolongadas. Pero sus deseos eran profundos. Se consoló a sí misma cuando entendió que Dios quiere que amemos mucho, ¡no que pensemos mucho!
Como muchos de nosotros, santa Teresa tuvo que encontrar formas de enfocar su atención. Sus prácticas fueron sencillas. Durante un tiempo, abría un libro y comenzaba a leer; más tarde, simplemente ya abrir el libro era útil. Se imaginaba a Cristo a su lado; o se imaginaba a Cristo dentro de ella, en una de las escenas del Evangelio donde Él está solo. A Él no le molestaría su compañía. O, contaba, se dedicaría a mirar los campos, las flores o el agua. Decía que, probablemente, prestó más atención al agua que a cualquier otra cosa.
(Ver artículo completo publicado en Boletín Informativo de la Provincia carmelita de Aragón, Castilla y Valencia, nº 36 pinchando en el enlace) Escuela de oracion 1 Boletin_nº_36_enero-marzo 2021