¡Al final, su Corazón Inmaculado triunfará!, por tanto, la ocasión de la fiesta de la Virgen de Fátima nos ofrece nuevo aliento para sobrellevar y superar por la conversión a una renovada comunión espiritual el sufrimiento de la pandemia.
En otra entrada ya hicimos alusión a la fina relación que hay entre el Carmelo, Fátima y Lourdes. Pero la Virgen María desborda los límites de la Montaña Santa del Carmelo, las fronteras mismas de Fátima y Portugal, de Lourdes y Francia y alcanza -como el Evangelio- a toda la tierra, hasta el extremo del orbe. En efecto, existe una sorprendente vinculación del mensaje de Fátima con Rusia, al punto que muchas personas han contribuido de diversos modos en la expansión de la devoción a esta advocación mariana también en aquel país. (Clica la imagen para verla con buena definición).
El icono de la Madre de Dios de Fátima que aquí presentamos es un símbolo que vuelve a expresar la predilección que Nuestra Señora tiene por Rusia. Ciertamente este amor se manifestó muy especialmente en las apariciones del 13 de Julio de 1917 en Fátima (Portugal), y de Junio de 1929 en Tuy (España), en las que fue cuestión del futuro de Rusia, de sus tensiones con la Iglesia en el siglo XX y de su conversión cuando el Papa consagrase este país a su Inmaculado Corazón.
Fátima y Coimbra
Hay dos tipos artísticos principales sintetizados en este icono. De hecho responden a las dos imágenes que sor Lucía tenía en el anaquel de su habitación: la de nuestra Señora de Fátima de la “capelinha” y la de la Manifestación del Inmaculado Corazón de María en Coimbra. Esta última es la que más ha influido en el icono por ser la que más próxima parecía a la iconografía mariana y porque Rusia ha sido consagrada, en efecto, al Inmaculado Corazón. Las dos imágenes tienen en común la figura alargada de la cara y de la imagen, las telas blancas -vestido y manto- de la Virgen, el Rosario y la bola que cuelga desde el pecho de Santa María, símbolos que se han conservado en el icono. De la imagen de Coimbra se ha tomado la fenefa que recorre el manto, así como la centralidad del corazón rodeado de espinas.
Un sacerdote católico y un iconógrafo ruso
Así, movido por el celo de un sacerdote católico trabajando en Rusia, con la colaboración de un iconógrafo ruso, y el aliento de las monjas carmelitas del monasterio de sor Lucía, se pusieron manos a la obra con la escritura del icono. Ivan Lvovich, el iconógrafo, estudió a fondo toda la literatura sobre Fátima, rezó, sufrió varias enfermedades (dicen que un buen icono debe estar también purificado por el dolor), superó numerosas dificultades concretas de realización y, después de dos años de trabajo, “escribió” este precioso icono de la Madre de Dios de Fátima.
Sor Lucía vio el Icono
Durante ese largo periodo de escritura del icono Sor Lucía recibió en varias ocasiones fotografías de la evolución del proceso. Tras la muerte de Sor Lucía, Sor Maria Celina, la priora de Coimbra, atestiguó que Sor Lucia había visto y apreciado lo que llegó a ver ya avanzado del icono aunque que partió a mejor vida antes de poder verlo finalizado.
Una Señora más brillante que el Sol
Se trata de un icono grande capaz de presidir una Iglesia en el que se representa a Nuestra Señora en forma de busto, como son los iconos marianos con veneración popular en Rusia, por ejemplo los Vladimir y Kazán. Junto a eso la característica principal es que es una imagen llena de luz. La Virgen en Fátima estaba llena de luz, de una luz, que como decía Francisco, “es Dios”. La llena de gracia es la llena de Dios y en Fátima es la llena de luz: una Señora más brillante que el Sol. Eso acerca mucho a Fátima a la teología del icono. Un icono que todo iconógrafo debe ‘pintar’ es el de la Transfiguración, para que aprenda que el Icono debe acercar el mundo divino a los hombres, la luz de Dios a la tierra, el resplandor de Dios en los vestidos blancos del Cristo ortodoxo transfigurado. Eso es lo mismo que ocurre con la Virgen en Fátima.
El Corazón rodeado de espinas
El icono lleva incorporado en su parte central un medallón con la palabra sertse (corazón) en caracteres paleoeslavos. Así propuso Ivan Lvovich salvar la dificultad que la sensibilidad ortodoxa tiene para colocar un corazón en un icono, pues lo considera demasiado carnal. Las letras, sin embargo, comunican la misma realidad del Corazón de María, pero mediante un modo de expresión simbólica acorde con la tradición iconográfica.
El Corazón rodeado de espinas indica el amor que María tiene a los hombres y el dolor que la produce la poca correspondencia que estos ofrecen al amor de Dios. El remedio a este dolor nos lo ofrece María en las manos, que nos presentan un rosario al que el iconógrafo quiso dar un color violeta para que así reflejase la idea de la cruz que todo cristiano debe aceptar para seguir al Señor. Así este rosario teñido de violeta es como un resumen del mensaje de Fátima: “Oración y penitencia”.
En el icono domina claramente la tradicional inscripción ΜΡ ΘΥ, que confiesa la Maternidad Divina de María. Véanse las iniciales griegas de ΜΗΤΗΡ ΘΕΟΥ, Madre de Dios:
Pero se han escrito además otras dos inscripciones. La superior indica la titularidad del icono: imagen de la Santísima Virgen de Fátima. La inferior izquierda, en caracteres más grandes, dice Toboiu Edinstbo que significa: “En ti, la Unidad”.
Vocación ecuménica del Icono
Esta última expresión nos recuerda la vocación ecuménica del Icono, que ha sido escrito aunando los esfuerzos de un sacerdote católico y un iconógrafo ortodoxo, intentando crear una imagen ante la que católicos y ortodoxos puedan rezar juntos. En ella se expresan dos tipos de ecumenismos importantes, el ecumenismo del Corazón de María y el ecumenismo del martirio, ambos muy relacionados con el mensaje de Fátima.
Efectivamente, para todos los que viven en Rusia resulta innegable que el amor a María une muy especialmente, así como es también manifiesto que en su Corazón de Madre cabemos todos y allí ya estamos unidos. Además la llamada que el icono hace a la unidad está relacionada con el ecumenismo del martirio al que hace referencia el tercer misterio de Fátima al relatarnos el martirio de la Iglesia en el siglo XX. Si se conoce la historia de Rusia y como en los Gulags soviéticos ortodoxos y católicos hemos sufrido juntos el martirio y por primera vez convivido en amistad, nadie podrá dudar de que los mártires de la visión de los pastorcillos en Fátima incluyen a fieles de una y otra confesión. El Icono de la Madre de Dios de Fátima quiere ser en ese sentido un servicio a la unidad de la Iglesia, en la persona de María bajo la advocación de Fátima.