Si en otra ocasión ya lo hicimos con el carmelita Thomas Netter de Walden, este año proponemos un acercamiento a la contemplación del misterio del Corpus Christi por medio de una representación artística del Quattrocento en Siena. Proponemos una obra, el Milagro del Sacramento, que aparece en el panel de la predela del retablo del Arte de la Lana (1423-1425) de Sassetta (Durham, Bowes Museum). Quizás la estética pueda hoy hacer tropezar a la sensibilidad común, pero entraña el sentido de fe eucarística profundo propio de los carmelitas.
El retablo en su totalidad (tabla central y predela) se realizó entre 1423 y 1426 para la fiesta del Corpus Christi. Defendía la doctrina según la cual el pan y el vino en la celebración de la Eucaristía se convierten durante la consagración en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es lo que la teología escolástica medieval llamó la transubstanciación. Precisamente, este fue el tema teológico central del Concilio de Siena (1423-1424).
En El milagro del Sacramento un monje incrédulo cae de espaldas al instante en que la hostia se transforma en sangre; un demonio le extirpa el alma de la boca. A primera vista, los gestos de sus hermanos carmelitas en estado de shock y que recuerda el movimiento de los títeres puede parecer ingenuo, pero en realidad, son extraordinariamente conmovedores y sorprendentes. La complejidad de la arquitectura con sus líneas convergentes, podría sugerir que Sassetta ya estaba familiarizado con la perspectiva florentina, pero también es probable que no. Aquí, como en otras obras, su composición se parece más a un juego con el espacio que a un sistema. El placer que toma Sassetta en realizar esta composición se refleja en las hornacinas creadas para los retablos dorados, en el muro que se hunde hacia el fondo y en el arco en el que el monje ha sido inmovilizado; y cómo contrasta el azul y rojo de los laicos con el blanco y negro de los carmelitas.
Que por la celebración de este misterio quiera el Señor renovarnos en la fe, la vivencia y la vivencia eucarística que entresaca -con su expresión característicamente equilibrada- nuestra Regla carmelita, por más breve que sea:
El oratorio, si se puede hacer cómodamente,
construidlo en medio de las celdas
y allí os reuniréis de mañana todos los días
para participar en la celebración eucarística,
cuando las circunstancias lo permitan. (Regla, 14)