Hoy, 14 de septiembre, celebramos la Exaltación de la Santa Cruz. Día importante en la espiritualidad carmelita. Así aparece en la Regla de la Orden del Carmen: “Desde la fiesta de a Exaltación de la santa Cruz hasta el domingo de la Resurrección del Señor ayunaréis todos los días, excepto los domingos, a no ser que la enfermedad o la debilidad corporal u otro justo motivo aconsejen dispensar el ayuno pues la necesidad no tiene ley”.
Para adentrarnos hoy en la espiritualidad de la cruz, lo vamos a hacer con una meditación de algunos textos de santa Teresa Benedicta de la Cruz.
Edith Stein nace en Breslau, Alemania (1891), última de los 11 hijos de una familia fervientemente judía. Sin embargo, ya a los 13 pierde la fe y no puede creer en un Dios personal. Estudia filosofía y llega a ser en Gottinga ayudante de Husserl. En 1921, invitada en la finca de unos amigos, toma un libro al azar, lee en una noche la «Vida» de Santa Teresa, y al terminarla se dice: «ésta es la verdad». Bautizada en 1922, añade a su naciente espiritualidad carmelitana el influjo litúrgico benedictino de Beuron, cuyo abad Rafael Walzer es su director. Ingresa en el Carmelo en 1933, y al año siguiente toma el hábito y el nombre religioso, que sin duda la identifica plenamente: Teresia Benedicta a Cruce. Sus escritos son numerosos y excelentes, especialmente los redactados en el Carmelo. En 1942 es ejecutada en el campo de concentración nazi de Auschwitz, junto a su hermana Rosa, también conversa al catolicismo, ingresada en otro Carmelo como terciaria. Edith Stein fue beatificada en Colonia (1987) y canonizada en Roma (1998) por Juan Pablo II. En los dos últimos años de su vida, cerca ya de su martirio previsible, escribe su obra principal: «Ciencia de la Cruz».
- MI PRIMER ENCUENTRO CON LA CRUZ.
Edith tenía gran amistad con Adolf Reinach, asistente de Husserl en la universidad, y con su esposa Ana. Ambos, como otros discípulos de Husserl, se habían convertido al cristianismo. Cuando en 1917 muere Reinach en la guerra, va Edith a visitar a su viuda, temiendo encontrarla desolada, pero solo encuentra en ella perdón, paz y esperanza. Poco antes de morir, Edith confiesa a un sacerdote:
«Aquel fue mi primer encuentro con la Cruz, con esa fuerza divina que la Cruz da a los que la llevan. Por vez primera se me apareció de forma visible la Iglesia, nacida de la Pasión de Cristo y victoriosa sobre la muerte. En ese mismo momento mi incredulidad claudicó, el judaísmo palideció a mis ojos, mientras la luz de Cristo se alzaba en mi corazón. Por esta razón, al tomar los hábitos de carmelita, he querido unir mi nombre al de la Cruz».
2. AMOR POR LA CRUZ.
Así titula Sor Teresa una meditación en cuatro hojas que escribe casi un mes después de su ingreso en el Carmelo (14-X-1933):
«Ayudar a Cristo a llevar la cruz proporciona una alegría fuerte y pura… De ahí que la preferencia por el camino de la cruz no signifique ninguna repugnancia ante el hecho de que el Viernes Santo ya haya pasado y la obra de redención haya sido consumada. Solamente los redimidos, los hijos de la gracia, pueden ser portadores de la cruz de Cristo. El sufrimiento humano recibe fuerza expiatoria sólo si está unido al sufrimiento de la cabeza divina. Sufrir y ser felices en el sufrimiento, estar en la tierra, recorrer los sucios y ásperos caminos de esta tierra, y con todo reinar con Cristo a la derecha del Padre; reír y llorar con los hijos de este mundo, y con los coros de los ángeles cantar ininterrumpidamente alabanzas a Dios: ésta es la vida del cristiano hasta el día en que rompa el alba de la eternidad».
3. EXALTACIÓN DE LA CRUZ.
«Exaltación de la Cruz», meditación escrita en el día de la Exaltación de la Cruz (14-IX-1939), día en que se renovaban los votos en la comunidad:
«El Crucificado nos mira y nos pregunta si aún seguimos dispuestas a mantenernos fieles a lo que prometimos en una hora de gracia. Y no sin razón nos hace esta pregunta. Hoy más que nunca la cruz se presenta como un signo de contradicción. Los seguidores del Anticristo la ultrajan mucho más que los persas cuando robaron la cruz [en la batalla de Hattin, 1187]. Deshonran la imagen de la cruz y se esfuerzan todo lo posible para arrancar la cruz del corazón de los cristianos. Y muy frecuentemente lo consiguen, incluso entre los que, como nosotras, hicieron un día voto de seguir a Cristo cargando con la cruz. Por eso hoy el Salvador nos mira seriamente y examinándonos, y nos pregunta a cada una de nosotras: ¿Quieres permanecer fiel al Crucificado? ¡Piénsalo bien! El mundo está en llamas… [cf. Sta. Teresa, Camino 1,5], el combate… ha estallado abiertamente. Si te decides por Cristo, te puede costar la vida».
«El mundo está en llamas. ¿Te sientes impulsada a apagarlas? Mira la cruz. Desde el corazón abierto brota la sangre del Redentor. Haz libre tu corazón con el fiel cumplimiento de tus votos; entonces se derramará en tu corazón el caudal del Amor divino hasta inundar y hacer fecundos todos los confines de la tierra»… Son innumerables, grandes y diversos los sufrimientos y males del mundo. «Mira al Crucificado… Unida a él eres omnipresente como él. Tú no puedes ayudar como el médico, la enfermera o el sacerdote aquí o allí. En el poder de la cruz puedes estar en todos los frentes, en todos los lugares de aflicción; a todas partes te llevará tu amor misericordioso, el amor del corazón divino, que en todas partes derrama su preciosísima sangre, sangre que alivia, santifica y salva».
«Los ojos del Crucificado te están mirando, interrogándote y poniéndote a prueba. ¿Quieres sellar de nuevo y con toda seriedad la alianza con el Crucificado? ¿Cuál será tu respuesta? “Señor, ¿a quién iríamos? Tú solo tienes palabras de vida eterna” [Jn 6,68]».
«Ave Crux, spes unica!».