La Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la Virgen bien nos vale holgar en la alabanza divina por el don de su gracia. Aprovechamos una aproximación al color y otros símbolos de la iconografía para reflexionar sobre el regalo del amor de Dios, que, en el extremo de su amor, ha tomado la naturaleza de su criatura para colmarla de gloria.
El proceso de preparación y pigmentación de los iconos sigue todo un complejo y significativo ritual en el que no nos vamos a detener en detalle. Pero podemos, al menos, dar algunas pinceladas generales, que nos sirvan a contemplar nuestro icono. Valga el aviso de que lo que sigue a continuación no va a encontrar necesariamente su concreción exacta en el icono particular que nos ocupa.
En los iconos los colores juegan una simbología muy importante. Además, del colorido propio y de la composición armónica de toda obra de arte, los colores tienen también un simbolismo teológico. Apuntan, susurran a través del sentido de la vista, a una realidad espiritual.
Desde “este mundo” evocan “el otro”: a mundo humano le sugiere el divino; a través de lo natural, quieren significar lo sobrenatural; desde lo terreno, orientan a lo celeste. El cromatismo, la coloración, en la iconografía, supone una especie de mística solar.
El color de los colores es el oro del sol meridiano que simboliza luz el centro de la vida divina. A él se subordinan todos los demás colores, como las criaturas se subordinan a Dios. Este oro sutil es como un destello de la luz de Dios. No nos referimos con éste al oro de los fondos, sino del que cubre las vestiduras de Cristo y de la Virgen glorificada. Se usa para todo lo que significa la glorificación última.
Ahora sí, el fondo de oro confiere a la imagen icónica un nimbo de luz no natural, sino espiritual, pues la luz es el tema del icono. Éste canta la gloria. Uno de los atributos de la gloria es, precisamente, el de la luz, su luminosidad.
Por medio del oro se simboliza la luz increada. El oro una materia que no se deteriora, no se estropea, siempre permanece su valor luminoso. El oro símbolo de la luz. Siempre se pone el oro con la luz del sol. Como el sol —luz creada— da vida la tierra, la Luz Increada —Dios— vivifica a su creación. Por eso, el oro de los iconos simboliza a Dios, Luz Increada (recordemos el credo: “…Dios de Dios, Luz de Luz…”).
En la iconografía el cielo no aparece pintado de color azul y salpicado de estrellas. El cielo es Dios mismo. Y Dios es, asimismo, fuente de luz. Jesús es la luz del mundo.
Los tonos ocres, en toda su gama, expresan siempre lo terreno.
Los azules se relacionan con Cristo cuando el azul de la noche estrellada rodea al Pantocrátor, y el celeste del mediodía luminoso a Cristo—Emmanuel.
La revista Fêtes et Saisons (nº 429) se define así el simbolismo de los colores:
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- El oro: brillante, inalterable, refleja el resplandor de Dios en que es bañada toda la realidad, salvo aquella que le resista obstinadamente. El oro, algunas veces subraya el borde de los vestidos de Cristo y de la Virgen.
- El blanco: reflejo de la luz sus trazos luminosos realzan los retratos para significar iluminación interior. Es el color de los vestidos de Cristo en la Transfiguración y en la Anástasis o Descenso de Cristo a los infiernos. También es, en muchas ocasiones, el color de los ángeles y de los elegidos.
- El azul marino o celeste profundo: resalta una participación del Divino indecible; una transparencia impalpable, la infinitud del cielo…. o en su ausencia, la del mal.
- El azul claro: simboliza la sabiduría y la realeza y, algunas veces, los trazos blancos de los rostros.
- El rojo: color de sangre y de fuego, fundamente terrestre y humano. Expresa el amor, el sacrificio, la belleza, el poder bajo su aspecto humano. El fuego de color rojo es el del infierno o de la venganza. El fuego del Espíritu tiende a representarse anaranjado tirando a oro.
- La púrpura: mezcla de azul y rojo. La púrpura azul era signo del sumo sacerdote judío. En Bizancio era de color púrpura el manto del emperador. La roja es símbolo de poder.
- El verde: vegetal, signo de vida y renovación. Participa de lo divino (azul y amarillo) y de lo terrestre (plantas) vivificado por la luz. Simboliza la regeneración espiritual.
- El pardo: color de la tierra. Es utilizado frecuentemente para las caras y para las partes visibles del cuerpo humano sacado de la tierra y destinado a volver a ella. En ocasiones, iluminado por el amarillo, es símbolo de humildad.
- El negro: es la negación o ausencia de la luz. Símbolo de la nada. Puede representar el color del mal, de los condenados, de los demonios, del infierno, de las tinieblas, de la no vida.
Especialmente interesante para nosotros es apreciar también las combinaciones de los colores rojo y azul:
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- En CRISTO:
– la túnica roja simboliza su naturaleza divina
– su manto azul, la naturaleza humana de la que se ha revestido.
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- En MARÍA sucede a la inversa que en Cristo:
– su túnica azul revela su condición humana natural en la que es creada
– mientras que su manto rojo habla de la gracia divina en la que ha quedado envuelta y ha sido hecha Madre de Dios (dogma desdeel Concilio de Éfeso).
Otros símbolos: los vestidos
En el pensamiento bíblico los vestidos son signo de la bendición de Dios en un primer momento, y esa bendición es la que capacita a los santos a obrar las buenas acciones que también significan los vestidos. La desnudez, además de signo de vergüenza , simboliza la pobreza, la carencia, la ausencia y lejanía de Dios. Baste recordar los pasajes de Adán y Eva, la túnica de Jacob, el hijo pródigo que —harapiento— fue revestido con el mejor traje, los elegidos del Apocalipsis… La desnudez vergonzante para el ser humano es la interior, la carencia de Dios. Ello remite a la belleza y bondad del cuerpo humano con que Dios ha creado a varón y mujer.
La vestimenta en la representación iconográfica suele darse con solemnidad en los pliegues de los ropajes. En contrapeso a este simbolismo, en algunos iconos Jesús es representado -en parte- desnudo: en el bautismo y en la crucifixión.
En el bautismo Jesús es despojado de sus vestidos y se introduce en el agua asando como uno de tantos para bañar en ella al hombre viejo y lavarlo de la impureza de su pecado y sacarlo del agua completamente nuevo y revestido de la gracia.
En la crucifixión Jesús es despojado de sus vestidos que se reparten los soldados, sufre la afrenta y la desnudez, solidarizándose hasta la ignominia con el hombre, se lo ha dado todo. De todo se ha dejado despojar. Su pobreza es absoluta.
En algunos otros iconos, aparece solo alguna parte del cuerpo de Jesús descubierta:
- En la Transfiguración: en compañía de Moisés y Elías, llama la atención el brazo descubierto de Jesús. Y es que “Con mano fuerte, brazo poderoso y extendido sacó Dios a Israel de Egipto”
- Aquí, en la imagen de la Madre de Dios de la Pasión: sigue llamándonos la atención el pie descubierto con la sandalia colgando del Niño Jesús…
Otra particularidad de nuestro icono es el tradicional mamphorium (una especie de “gorro”) que cubre la cabeza de la Virgen de un azul claro vivo en contraste con el exterior de su manto. Notemos al paso que mucha iconografía, la visibililidad del cabello de las mujeres, en especial las grandes melenas, pueden estar evocando el pecado o el mal del que han sido salvadas (cf. iconografía de María Magdalena).
En la parte interior de su mismo manto, aparecen algunos bordes verdes —quizás la esperanza interior de la Virgen—, el mismo color de la túnica que viste Jesús, fajado en rojo y recubierto con manto dorado de gloria.