La Comisión de Laicado de la Región Ibérica continúa con esta iniciativa de acercar la novena en honor de Ntra. Madre del Carmen a nuestras casas. En esta ocasión, Daniel y Pamela, laicos carmelitas de Madrid, encordados a María nos presentan a María, Hermana.
¿Cuándo empezaron los carmelitas a llamar hermana a María? El hecho de que los carmelitas dedicaran el oratorio del Monte Carmelo, del que habla la Regla, a la memoria de María, conllevó que, muy pronto, el pueblo nos empezara a llamar Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”. A finales del s. XII, un relato antiquísimo, titulado Ciudad de Jerusalén, no sólo afirma la existencia del oratorio, sino también -y esto es lo importante en nuestro caso-, el titular del mismo reza ya como “Hermanos del Carmen”, con el fin de distinguirnos de otro grupo de cenobitas griegos que moraban en el cercano monasterio de Sta. Margarita: “Cerca de la abadía de santa Margarita, en la ladera de esta misma montaña hay un muy bello y deleitoso lugar, en el que habitan los ermitaños latinos llamados Hermanos del Carmen, donde hay una iglesita de Nuestra Señora”.
No faltaron, en el s. XIV, discusiones y altercados con dominicos y franciscanos, que consideraron que era una arrogancia el hecho de que nos presentáramos a nosotros mismos, nada más y nada menos que como Hermanos de la Virgen María. El caso alcanzó su máxima virulencia en una famosa controversia en la Universidad de Cambridge. La defensa, con uñas y dientes, la lideró el P. Juan Hornbi, carmelita, en 1374, y obtuvo el debido reconocimiento y la prerrogativa de que el Carmelo conservara su título y pudiéramos ser legítimamente llamados “Orden de los Hermanos de la gloriosa Virgen Madre de Dios”.
Vemos en las Constituciones de los frailes, 1996. n.º 27, cómo los rasgos maternos de María se tiñen de fraternidad: “En la Virgen María, Madre y tipo de la Iglesia, los carmelitas encuentran la imagen perfecta de todo lo que desean y esperan ser. Por eso María ha sido siempre considerada la Patrona de la Orden, de la cual ha sido llamada Madre y Hermosura y a la que los carmelitas tuvieron siempre ante sus ojos y en el corazón como la Virgen Purísima. Mirando hacia ella y viviendo en familiaridad de vida espiritual con ella, aprendemos a estar siempre delante de Dios y junto con los hermanos del Señor. María vive efectivamente en medio de nosotros como Madre y como Hermana, atenta a nuestras necesidades, y junto con nosotros, espera, sufre y goza. El Escapulario es signo del amor materno, permanente y estable, de María para con los hermanos y hermanas carmelitas”.
Encordados a María: Hermana nuestra.