Tito Brandsma. Nace el 23 de febrero de 1881 en Bolsward, un pequeño lugar de la Frisia holandesa; tanto su nombre de pila, Anno-Sjoerd, como su apellido Brandsma eran denominaciones típicamente frisonas. En el otoño de 1898 Anno-Sjoerd llama a las puertas del Carmelo en la ciudad de Boxmeer; cinco meses le faltan para cumplir los dieciocho. El día 22 de septiembre seis novicios toman hábito; entre ellos también se encuentran sus dos compañeros de infancia, Willen y Jain, arribados cada uno al Carmelo por rutas diferentes. Los seis novicios emitirán su profesión religiosa el 3 de octubre de 1899. Estudian filosofía, teología… Aquellos muchachos ya teólogos fundan un círculo de estudios literarios y científicos que llevará el nombre de «Bautista Mantuano», el Virgilio Cristiano del Renacimiento, a quien toman por modelo de intelectual y santo carmelita; fundan también la revista «El carmelo Holandés». Ni que decir tiene que el alma de todos estos movimientos es fray Tito Brandsma; está naciendo el periodista. Cursa estudios en Roma y en 1909 será Doctor en Filosofía por la Universidad Gregoriana de la Ciudad Eterna.
En 1923 se funda la Universidad Católica de Nimega y el Dr. Tito Brandsma será elegido profesor cofundador de la misma; enseñará Filosofía e Historia de la Mística. Los alumnos guardarán un grato recuerdo de aquellos años: recita de memoria amplios textos de los místicos y los explica, reviviéndolos con su cálida voz; “No era el profesor el que hablaba, sino el místico, el santo”, comentan. En 1932 es elegido por sus propios compañeros Rector Magnífico de la Universidad; el discurso que en aquella ocasión pronunció sobre la «Noción de Dios» se haría famoso. En 1935 el arzobispo de Utrech, De Jong, nombra al P. Tito Asistente Eclesiástico Nacional de la Unión de Periodistas Católicos de Holanda; “No creemos que exista otro más capaz en la toda la nación”, confiesa el prelado.
Desde 1925 también era presidente de la Unión de Escuelas Católicas de la que era su fundador. Ante las ideologías nazis infiltradas entre los mismos alumnos el profesor se siente libre y enseña sin ambages: “Esta negra mentira es, ciertamente, más temible que la misma invasión militar, porque no solamente se limita a reprimir la libertad de los hombres, sino que también contamina las conciencias”. «Ese frailecillo es peligroso…», sentenciará la policía nazi. No se rendirá, en efecto, ante la censura de prensa ni ante la discriminación de los niños judíos en las escuelas hasta que el enero de 1942 es detenido y comenzará a sufrir un largo calvario, terminando en Dachau donde murió el día 26 de agosto de ese mismo año.
Una fotografía de aquel tiempo le ha captado en su despacho, absorto entre sus mil papeles, pero presidiendo su mesa de trabajo una imagencita de la Virgen frente a él. Es su secreto. «Su devoción a Nuestra Señora es como una fortaleza dentro de alma» escribe Alzin. Es cierto que el secreto del cristiano, según explica siempre a sus alumnos de teología mística, está en ese «solecito que cada uno lleva dentro», el amor de Dios. «Nuestra obligación es llevar a Dios como Ella lo llevaba», explica a sus jóvenes carmelitas[122].
«En la vida del padre Tito Brandsma –escribe Alzin– nunca faltó el sacrificio. Con sus primeras enfermedades ha llevado sobre sus hombros la cruz, precio de la gracia. No es sólo por puro gusto literario por lo que ha amado a Santa Teresa de Jesús, a San Juan de la Cruz y a Santa María Magdalena de Pazzis, heridos todos por el amor. Quien haya leído uno u otro de sus artículos sobre el beneficio del sufrimiento, ¿puede creer que se limitara solamente a predicar de labios para fuera la dura y santa ley de la cruz? ¿Serían tan penetrantes sus consejos a los enfermos si no sangrara él con su propio sufrimiento?»
Tito Brandsma fue una persona coherente con lo que pensaba y creía; su martirio constituye para el carmelita del Tercer Milenio un ejemplo a seguir en todas sus facetas en cuanto religioso, sacerdote y hombre comprometido con la sociedad de su tiempo. Se consideró siempre como Hijo de los Profetas; el Carmelo fue su pasión y su medio de alcanzar la santidad.
El Carmelo está expectante de que llegue el anuncio de su pronta canonización.