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Rincón carmelita

12 mayo, 2020 / Carmelitas
Rincón carmelita. María: Fátima y el santo Escapulario. P. Desiderio García, O.Carm. 13 mayo 2020

Los días 30 de junio al 2 de julio de 2017, para celebrar el primer centenario de las apariciones de Fátima, el P. Desiderio García, O.Carm., dirigió en la Casa carmelita de Sao Nuño de Sta. María (en Fátima), la charla “María: Fátima y el santo Escapulario”.

Con motivo de esta fiesta, rescatamos hoy aquellas palabras. Más abajo está la conclusión de la misma. Quien desee la charla entera, sólo tiene que pinchar en el siguiente enlace:

EL CARMELO Y FÁTIMA, P. Desiderio García, O.Carm. 2017

RESUMEN, CONCLUSIÓN:

1.- En Fátima encontramos que el Escapulario y el Rosario son inseparables. El Rosario es la Biblia de los pobres; es un signo temporal, una oración sencilla meditada de los misterios de Cristo y de María, al que le podemos dedicar un tiempo determinado de nuestra jornada. Esta oración aviva en nosotros la virtud de la atención y la consciencia de la presencia de Dios. Por otra parte, el Escapulario, es el vestido de los pobres; es un signo permanente de consagración a María, pues lo llevamos impuesto día y noche, siempre. El Rosario es oración. El Escapulario es consagración. Ambos nos recuerdan que somos de María. El Escapulario, signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, es parte esencial del mensaje de Fátima, junto con el rezo del Rosario, la conversión personal, la penitencia, el ayuno, la oración por los pecadores, y la oración por la paz. En efecto, Rosario y Escapulario no se excluyen sino que se complementan.

El Rosario y el Escapulario son dos devociones que han resistido la prueba del tiempo. Siempre que la fe ha sido atacada, ambas devociones se tildaban de supersticiones y para gente inculta, pobre e ignorante. ¡Hay que ser muy humildes y muy pobres de espíritu para rezar el Rosario y para llevar el Escapulario! Los inteligentes-orgullosos difícilmente se doblegarán a ellos. Durante la noche oscura y prolongada de la persecución religiosa, que se repite en la historia a la menor de cambio, cuando a nuestros antepasados se les privó de la libertad religiosa, cuando no pudieron celebrar los sacramentos en lugares públicos, cuando no había curas, cuando había que vivir escondidos, el Rosario y el Escapulario alimentaron milagrosamente la fe de los fieles. Hoy, en lugares en que, por una u otra causa, la Iglesia institucional vive aún en catacumbas, nos encontramos con que estas dos devociones tan antiguas han sobrevivido a la persecución y han mantenido ardiente la lámpara de la fe. Fátima es un ejemplo resplandeciente de cómo el Rosario y el Escapulario han podido sostener la fe y esperanza de un pueblo que estaba machacado, esperando recuperar la libertad.

2.- El Carmelo y Fátima nos recuerdan que el don de la piedad salvará el mundo. En su célebre obra “El idiota”, Dostoievsky recordaba que la “belleza salvará el mundo”. Parafraseando la célebre sentencia, me atrevería afirmar que “la piedad salvará el mundo”. Es volver a la infancia espiritual, a la espiritualidad del empequeñecimiento. Espiritualidad que confunde a políticos y a inteligentes, a poderosos y a resabiados, a los que pisotean a los débiles… Fátima significa recuperar el don de la piedad y volver a poner nuestro centro en Dios. No estamos hablando de devociones a bobas, no nos estamos refiriendo a “poner cara de estampita”, “a poner los ojos en blanco” o jugar a ser santitos, sino un auténtico espíritu religioso de confianza filial y abandono total a Dios, un recuperar la capacidad de rezar con amor y sencillez, que caracteriza a los humildes de corazón.

El don de la piedad suscita en quien lo vive la gratitud y la alabanza. El don de la piedad nos hace capaces de gozar con quien experimenta alegría, llorar con quien llora, estar cerca de quien está angustiado, acoger y socorrer a quien atraviesa necesidad. El don de la piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles, nos hace serenos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los demás con generosidad desbordante. El Rosario y el Escapulario es para gente, lejos de lo que otros puedan pensar, grande, recia y fuerte de espíritu. Al final de los años, todo desaparece… sólo queda la piedad. Uno de los retos del Carmelo y Fátima es educar a nuestro pueblo de forma sana en el don de la piedad. Me sorprende que todos quieren hijos inteligentes, y, a veces, sospecho que pocos desearían hijos piadosos. ¿Por qué? Daría para otra charla… Barrunto la razón, pero lo dejo para otro momento…

Permitidme que  terminemos con esta breve Consagración a la Virgen María, emulando los miles de consagraciones, que, desde 1917, se han hecho en todo el mundo:

¡Madre, Hermosura y Reina del Carmelo! Son muchas las gracias que he recibido de tu Hijo Jesús a lo largo de toda mi vida por mediación tuya. Por ello, hoy vengo a darte las gracias y a consagrarme a ti en cuerpo y alma. ¡Madre! Te ofrezco: mis ojos para mirarte, mi voz para bendecirte, mi vida para servirte, mi corazón para amarte. ¡Madre y hermosura del Carmelo, concédeme: “Conocerte, amarte, imitarte e irradiarte para mejor conocer, amar, imitar e irradiar a tu Hijo Jesucristo”! Amén.

P. Desiderio García, O.Carm.

 

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