CARMEN HERRERO MARTÍNEZ, Fraternidad Monástica de Jerusalén
El 15 de octubre celebramos la fiesta de Santa Teresa de Jesús. Un año más tenemos el gozo de adentrarnos en sus escritos y contemplar las maravillas que el Espíritu Santo ha realizado en esta mujer andariega y buscadora incansable de la Verdad. Recordar que este año celebramos el 50 aniversario de su nombramiento como Doctora de la Iglesia, el 27 de septiembre de 1970.
Quien es asiduo a la lectura de las obras de Santa Teresa queda impactado, maravillado, “cogido”; porque Teresa está viva en sus escritos y se comunica con cada lector desde dentro, desde su propia vivencia. Teresa transmite vida, experiencia que se convierte en doctrina, enseñanza viva. De ahí su atractivo siempre nuevo y su liderazgo y autoridad como maestra de oración y compañera de camino en el Espíritu. Ella misma dice: “No diré cosa que, en mí, o por verla en otras, no la tenga por experiencia” (Prólogo de Camino de Perfección nº 3). En nuestro tiempo es lo que se busca y lo que realmente convence: la experiencia.
A su vez, Teresa tiene el arte de despertar en sus lectores el deseo de descubrir y vivir el camino de oración que ella vivió; introduciendo al lector en ese castillo interior que cada uno lleva dentro de sí mismo, o en las moradas donde el Rey mora, para entablar una relación de amor con él. Esta es la oración que Teresa enseña con sus escritos: Vivir un trato de amistad con el Señor, sabiendo que es él quien nos ama el primero. Esto que, antes que Teresa, ya lo dijo san Juan: “Dios nos amó primero” (1 Jn 4,9); Teresa, lo hace vida, siendo este amor de Dios el que la transforma en una mujer nueva.
Teresa, también tiene el arte de despertar en el lector el deseo de conocer más y más a Jesús, de seguirle y de identificarse con él. La espiritualidad de Teresa es cristológica, y esta pasión por Cristo y su humanidad la transmite. Su anhelo profundo es su unión con Cristo, y también que todos le conozcan y le amén. Que todos le tengan por Amigo. La gran pasión de Teresa: el amor a Cristo, el amor a su Iglesia y el celo por la salvación de las almas. “Como veo las grandes necesidades de la Iglesia, estas me afligen tanto que me parece cosa de burla tener por otra cosa pena” (R 3,7). ¿Qué diría hoy Teresa respecto a la Iglesia, con todo lo que está pasando en el interior de la misma?
“Es tiempo de caminar”. Dirá Teresa. Teresa está siempre en camino, desde su más tierna edad cuando se pone en camino para ir a tierras de moros y ser mártir para ir al cielo, hasta su último suspiro en Alba de Tormes. Andariega por caminos reales de la geografía española y andariega por el camino del Espíritu, el camino interior, camino de oración, de perfección y de unión con Dios. Mensaje que podemos hacer nuestro en este tiempo de pandemia y de muy diferentes pandemias que nos asolan. “Es tiempo de caminar”, de avanzar, paso a paso, para crear una nueva sociedad donde la fraternidad se haga realidad y se creen lazos de concordia, bondad y de amistad. Avanzar para que cese tanta injusticia y esclavitud, y nazca el respeto por la persona, la apertura al otro, viéndolo como un hermano en humanidad. Teresa un día dio el paso de una conversión profunda del corazón que le cambio la vida por completo. Cada uno está llamado a una conversión profunda, si realmente queremos reconstruir una nueva sociedad que esté a la altura, que viva los valores esenciales del Evangelio y su propia vocación y misión de construir una sociedad unida y en paz desde la pluralidad.
Celebrar la fiesta de Teresa no debe llevarnos a una admiración pasiva, sino a una imitación “activa”, es decir, a lanzarnos por el camino que ella ha señalado con su vida y sus escritos: El Camino de Perfección, camino de conversión, camino de santidad desde un trato de amistad con el Señor, desde la oración y la entrega a los demás. “Porque todo lo que os he avisado en este libro, va dirigido a este punto, a darnos del todo al Creador, y poner nuestra voluntad en la suya, y desasirnos de las criaturas” (C 32,9). Orar es darse del todo al Creador, porque yo no puedo tratar de amistad con Dios, si no me entrego del todo a él. Esa es la meta que Teresa propone en Camino de Perfección: desasirse de todo, para darse al Todo. Y desde esa entrega plena y generosa al Todo construir la comunidad, la sociedad. “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4, 20-21). Para Teresa la verdadera fraternidad es andar con Cristo como hermano. Cristo es el centro de la fraternidad. ¡Qué maravilla, si Cristo fuese el centro de nuestra vida, de nuestras comunidades parroquiales y de nuestra sociedad! ¡Qué gozo si Jesús fuese el vínculo de nuestra unidad, de nuestra comunión!
La pedagogía teresiana tiende a interesar al lector, a provocar en él una postura de entrega de sí mismo; porque “darse del todo al Creador” y “darse a la oración”, para Teresa es una misma realidad. Orar es darse del todo al Creador, liberar al orante de todo aquello que le impide la unión con su Creador. La oración nos lleva a ser hombres y mujeres libres. “Y así no os espantareis hermanas de lo mucho que he puesto en este libro, para que procuréis esta libertad” (C 19,4). Camino de Perfección, trata de esa disposición fundamental que es el desasimiento de las criaturas para alcanzar la libertad. Para ser “amigos fuertes de Dios”; para ser orantes y evangelizadores hemos de ser libres. Que nada ni nadie nos ate las manos, y mucho menos el corazón. La libertad, tema tan querido para Teresa en aquellos tiempos en que la mujer tenía tan poca; pero ella supo enseña a sus hijas la libertad interior, la única que realmente nos hace libres. “Libres nos quiere Dios, dirá Teresa a sus hijas” (Carta a M. Ana de Jesús, Burgos, mayo 1582). Y termino con este maravilloso poema:
Dichoso el corazón enamorado
que en sólo Dios ha puesto el pensamiento,
por Él renuncia todo lo criado,
y en Él halla su gloria y su contento.
Aún de sí mismo vive descuidado,
porque en su Dios está todo su intento,
y así alegre pasa y muy gozoso
las ondas de este mar tempestuoso.
Teresa de Jesús