Según se acerca la fiesta de san Juan de la Cruz, podemos afinar en lo que él ha descubierto en su experiencia vital, orante y contemplativa de ese amor que tanto ha deseado y predicado. El amor que Dios nos había preparado antes de la Creación del mundo (Romance de la Encarnación), que se ha hecho carne, ¿qué respuesta ha encontrado?
Aquí llega el crudo realismo de la enseñanza sanjuanista: el amor entregado gratuitamente ha encontrado rechazo, desprecio, burla, humillación, escarnio… Algo de esto canta el sobrecogedor poema del Pastorcico, tomado de “Otras canciones a lo divino, del mismo autor, de Cristo y el alma”.
De entre la multitud de interpretaciones de este soneto que se pueden encontrar en la red, proponemos la de Paco Ibáñez. Llama la atención cómo su voz grave da cuerpo al drama que canta la poesía. El tono musical de lamentación, perfectamente acorde con la historia del pastor, no impide que trasluzca confianza y paz, lo cual reflejaría su mansedumbre y abandono, pastor a modo de cordero. El ritmo tranquilo y regular revela algo de la determinación inquebrantable de la fidelidad del pastor. Incluso el ¡ay! subrayado y multiplicado, puntuando cada estrofa, o el silbo intranscriptible que ha sabido ver el músico, parecen querer rivalizar por complementar algo de lo inefable del misterio que barruntaba Juan sobre el extremo del amor.
Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
mas llora por pensar que está olvidado.Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.
Las imágenes adjuntas de la galería corresponden al Manuscrito de Jaén (págs. 319 recto y verso).