La contemplación constituye el viaje interior del carmelita que proviene de la libre iniciativa de Dios.
Es una experiencia transformante del amor de Dios que sobrepasa.
Es el fundamento principal del carisma, junto a la oración, la fraternidad y el servicio, que dinámicamente los unifica a todos.
La propuesta de comunión con Dios y los hermanos para vivir en “obsequio de Jesucristo” (Regla 2) es el fruto principal de la vida del Carmelo, plasmada no solamente en la Regla y otros documentos de la Orden, sino sobre todo escrita en el corazón de personas que, a través de luces y sombras, nos han legado una preciosa herencia.