Además de los laicos, igualmente pueden formar parte de la misma sacerdotes del clero diocesano, los cuales encontrarán en el carisma del Carmelo una gran ayuda para potenciar su propia vida espiritual y así cumplir de una manera más eficaz la propia misión en el mundo y en la Iglesia.
El vínculo fundamental del terciario con la Orden es la profesión mediante la cual, siguiendo nuestra antigua costumbre, pueden emitir los votos de castidad y obediencia, según las obligaciones del propio estado para consagrarse más profundamente a Dios.
Los laicos carmelitas, penetrados por el espíritu de la Orden, pretenden vivir su carisma particular en la escucha silenciosa de la Palabra de Dios (Lectio Divina). Siguiendo la tradición ininterrumpida del Carmelo, cultivan en grado máximo la oración en sus distintas formas.
Los miembros de la Orden Tercera del Carmen se inspiran en las figuras de la Bienaventurada Virgen María y del Profeta Elías.
Viven en medio del mundo y en la familia, en su ambiente de trabajo, en las responsabilidades sociales que desempeñan, en los hechos de cada día, en las relaciones con los demás, buscan la huella escondida de Dios, la reconocen y hacen germinar la semilla de la salvación según el espíritu de las bienaventuranzas, con el ejercicio humilde y constante de aquellas virtudes de probidad, espíritu de justicia, sinceridad, cortesía, fortaleza de ánimo, sin las cuáles no puede haber una vida verdaderamente humana y cristiana.
Como asociación, la Orden Tercera del Carmen se divide en comunidades o fraternidades que están regidas por los superiores de la Orden o sus delegados. Estos grupos son erigidos canónicamente por el Prior General de la Orden con el previo consentimiento del Obispo del lugar.
Los candidatos deseosos de formar parte de la Orden Tercera del Carmen deben ser católicos practicantes no deben pertenecer a otra Orden Tercera o Instituto Secular (salvo dispensa) y tener al menos 18 años de edad. Después de un período de formación inicial, los candidatos son admitidos a la Profesión.
En la actualidad, la Orden Tercera constituye una parte numerosa, floreciente y entusiasta de toda la Orden del Carmen. En los últimos años se han aneado innumerables comunidades de laicos carmelitas en diversas partes del mundo. Cabe señalar un maravilloso resurgir de la Tercera Orden Carmelita en los Estados Unidos, Italia, Puerto Rico, Trinidad, Kenya, Filipinas, Indonesia e Timor Leste.
Grupos nuevos como los Movimientos “Familia Doméstica” y “La Familia” (Castellina) en Italia, el “Movimiento Carmelita” en Holanda, y la Familia Misionera Internacional “Donum Dei” han encontrado en la Orden Tercera del Carmen y su Regla un elemento vital para vivir su vocación particular en la Iglesia y en el mundo.
A travs de los siglos la Orden Tercera del Carmen ha dado hermosos frutos de santidad. En la actualidad varios los seglares carmelitas están en proceso de beatificación. Entre ellos hoy que destacar Liberata Ferrarons, joven catalana, trabajadora en una fábrica textil; Anita Zelickova, joven checa, quien se ofreció a Jesús víctima de expiación para reparar el horrible pecado del aborto y la también catalana Carmen de Sojo i Anguera, esposa y madre de familia numerosa.
El P. Kiliano Mª Lynch, que fue Prior General de la Orden del Carmen durante los años 1947-1959, escribió:
“La Orden Tercera es una extensión de la Orden entre los creyentes. Los miembros del Carmelo en el mundo. La Orden Tercera en el mundo moderno tiene hoy la mayor significación que jamás la haya tenido a lo largo de la historia. Es un áncora firme en la transformación del mundo”.
La erección de una Cofradía es competencia del Moderador Supremo de la Orden Carmelita. Si se establece en iglesias de la Orden, el consentimiento dado por el Obispo diocesano para la erección de la casa religiosa vale también para la erección de la Cofradía. Para la erección en otras iglesias y lugares es necesario el consentimiento escrito del Obispo diocesano.
Puede admitir a la Cofradía del Escapulario del Carmen una persona autorizada para actuar en nombre de la Orden. La admisión a la Cofradía se realiza, según el rito propio aprobado por la Santa Sede, mediante la imposición del Escapulario. El Escapulario se compone de dos piezas de tela color marrón o pardo, unidos con dos cintas o cordones. De la admisión debe quedar constancia por medio de la inscripción del nombre del cofrade y la fecha en el libro apropiado. Puede ser expedido un certificado con la indicación de la Cofradía y de la iglesia a la que se hace referencia.
Recibido el Escapulario, el cofrade puede libremente sustituirlo por una medalla, que lleva por una parte la figura del Sagrado Corazón de Jesús y por la otra de la Virgen del Carmen. Tanto la medalla como el Escapulario pueden ser cambiados sin necesidad de una nueva imposición. Los miembros de la Cofradía llevarán siempre devotamente el Escapulario (o la medalla) como signo visible de su pertenencia a María en la fraternidad del Carmelo.
Los miembros se comprometen a dedicar habitualmente un tiempo al encuentro con Dios en la oración, a la frecuente participación en la Eucaristía, al rezo diario de alguna Hora litúrgica, de algunos Salmos, del Rosario o de algunas oraciones parecidas.
Los cofrades pueden obtener la indulgencia plenaria en el día del ingreso en la Cofradía y en las siguientes fiestas anuales: Fiesta de la B. V. María del Monte Carmelo (16 julio), de S. Elías (20 julio), de S. Simón Stock (16 mayo), de S. Teresa del Niño Jesús (1 octubre), de S. Teresa de Jesús (15 octubre), de todos los Santos del Carmelo (14 noviembre) y de S. Juan de la Cruz (14 diciembre), con las condiciones acostumbradas: confesarse y comulgar, orar por las intenciones del Papa y renovar la promesa de cumplir los compromisos de la Cofradía.
La fiesta solemne de las Cofradías es la Conmemoración de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo (16 julio). Los cofrades la celebrarán con profundos sentimientos de amor y de gratitud a María, renovando en ese día el compromiso del devoto servicio a Ella, la fidelidad a Cristo Jesús y a la Iglesia, y confiando al corazón materno de la Virgen toda la Familia del Carmelo.
En cuanto sea posible, tengan encuentros periódicos en los que alimenten el sentido de la fraternidad, el conocimiento del espíritu del Carmelo, la atención a los hermanos y hermanas en sus necesidades, realizando todo ello en íntima comunión con María.
Los miembros de la familia carmelita viven de modo diverso su compromiso: en el “desierto”, en la vida fraterna, en el apostolado, por los caminos del mundo, trabajando por el Reino de Cristo en unión con María.
Las formas institucionales, reconocidas y erigidas por la Orden, contribuyen a dar de relieve el carácter comunitario de la familia de aquellos que, impulsados por el Espíritu, desean orientar toda su existencia en el mundo en unión con María para gloria de Dios. Así, formar parte de la fraternidad de la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo y asumir como signo de tal pertenencia el Escapulario, es para los fieles un instrumento de vida cristiana con características particulares:
* Vivir como “hermanos” o “hermanas” de María en comunión con el Carmelo, profundizar su espíritu, vivir sus ideales e historia, orando y colaborando con él para, ser fieles al propio carisma y a la propia vocación y reflejar en el mundo a María que entrega Jesús a todos.
* Dar a María siempre un mayor espacio en la propia vida, intentando vivir en el propio ambiente la fidelidad a Cristo como la vivió María:
– en la fe, que se vuelve mirada y oración, acogida y diálogo con Dios;
– en la esperanza, que se hace disponibilidad al Todo que es Dios;
– en la caridad, que se abandona a la voluntad del Señor para ser verdadero don a los hermanos, especialmente a los más pequeños y humildes.
* Imitar a la “Virgen orante” que “guardaba la Palabra de Dios en su corazón” (cf Lc 2, 19.51), dedicando algún tiempo al encuentro con Dios en la oración, meditando los misterios de la salvación, participando con fe en el culto de la Iglesia, especialmente en la Eucaristía, recitando cada día alguna Hora litúrgica o algunos Salmos o el santo Rosario. Obrar de modo que, atentos a la presencia de Dios vivo, cada aspecto de la vida sea oración y la oración vida, en el realismo de los compromisos y del trabajo.
* Participar en el misterio pascual de Cristo también por medio de la abnegación voluntaria, vivida con el espíritu del Carmelo dirigiendo la mirada a María, cuya alma es traspasada por una espada (cf Lc 2,35), que “guardó fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, donde estuvo (cf Jn 19,25) sufriendo profundamente con su Unigénito y se asoció con ánimo maternal a su sacrificio” (Lumen Gentium 58).
* Hacer transparente el amor de Dios. La “Virgen Purísima” deja transparentar en todo su ser, sin resistencia u opacidad alguna, el amor de Dios que la inunda personalmente y la abre a toda la humanidad. Así Ella fascina y atrae a los devotos que guardan el corazón y los sentidos, el alma y el cuerpo abiertos al amor de Dios, buscado y esperado en todo y por encima de todo. Los fieles se disponen a hacer suyo la santidad que Dios mismo deposito en las relaciones humanas y en el amor al prójimo, valorizando el cuerpo como “lugar” de Dios (cf 1 Cor 3,16; 16,17), y como lenguaje de amor y de comunicación.
* Comprometerse en la obra de la evangelización. Quien lleva el Escapulario se identifica con la misión del Carmelo: ser en el mundo signo profético de la unión con Dios, trabajar por el llegada del Reino de Dios, mediante signos visibles de comunión, de reconciliación, de justicia, en el cuidado de los enfermos, en la escucha del grito del pobre.
* Favorecer, en la medida de lo posible, la comunión fraternal entre los miembros de la fraternidad a través de asambleas y reuniones que alimenten y confirmen todas estas finalidades propias.
El Escapulario es signo del amor de María imagen de la bondad y de la misericordia de la Santísima Trinidad. El compromiso de vida es respuesta a este amor y es también fruto de las riquezas y energías espirituales depositadas en el corazón de los devotos.