Los carmelitas vivimos juntos, en grupos o comunidades, con el fin de poder apoyarnos mutuamente en nuestro deseo de vivir de acuerdo con lo que Dios quiere de cada uno de nosotros.
Compartimos tanto los momentos de oración y comida, como los momentos de alegría y tristeza, y, algunas veces, los momentos de trabajo.
Somos hermanos entre sí y como tales estamos llamados a tomar con responsabilidad nuestra forma de vida.